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¿De qué me da las gracias este tunante? dijo el cocinero mayor todo hosco y espeluznado de indignación ; ¿quién ha permitido á este lobezno, á este hereje, á ese malhechor que entre en la cocina? La señora Luisa ha venido con él esta mañana, y nos había dicho que vuesa merced le perdonaba. ¡Ah! ¡mi mujer ha venido... con éste!

Yo dije a la chiquilla: «Abre, hija mía, y a quien quiera que sea le dices que no estoy». Desde el escándalo que me armó aquel tunante de la tienda, no me gusta recibir a nadie cuando no estás ... Abrió Celedonia... Yo sentía desde aquí una voz grave, como de persona principal, pero no pude entender nada... Luego me contó la niña que era un señor sacerdote... ¿Qué señas?

En novelas, en poesía sólo, se ve, por ejemplo, a un señor que ve pasar por la calle a una dama, y pataplum..., de repente..., cátale muerto de amor por ella. Ella también le mira..., y adiós reposo y juicio; sin saber si es un tunante o un hombre de bien, un tonto o un sabio, un rico o un pobre, ya la tenemos enamorada.

«¡Pillo, tunante! pensaba Jacinta comiéndose las palabras, y con las palabras la hiel que se le quería salir . ¿Qué sabes lo que es ley? ¡Farsante, demagogo, anarquista! Cómo se hace el purito... Quien no te conoce...».

Y seguí adelante murmurando: «¡Qué chiquilla tan mona! ¡Lástima será que se la lleve un tunanteDespués me puse a reflexionar en lo fácil que me hubiera sido jugar una mala pasada al alcalde y alzarme con el cargo; pero no; hubiera sido una felonía. Por más que fuese un poco díscolo y soberbio, al fin era amigo: tiempo me quedaba para ser alcalde.

A un calabozo, respondió el alguacil. Martin, que se habia recobrado del primer sobresalto, sospechó que la señora que se decia Cnnegunda era una buscona, el señor abate un tunante que habia abusado del candor de Candido, y el alguacil otro tuno de quien no era difícil desprenderse.

Dos días antes de hacerse, vino por acá el muy hipócrita y me dijo: «Señor cura, voy a hacer postura al prado del molino de abajo, pero si usted lo quiere me quedo en casaEl tunante trataba de sonsacarme la cantidad que yo pensaba ofrecer. «No, no lo quiero; puedes rematarlo cuando gustesle contesté.

¡Fue el señor quien me dijo que me divirtiese! ¡Tunante! exclamó el notario, ¿fui yo quien te aconsejó que te fueses a emborrachar fuera de las fortificaciones, con aguardiente y vino tinto? Cada uno se divierte como puede... He estado con mis camaradas.

Ya me estoy riendo del chasco que se va usted a llevar. Porque ahora, como si lo viera, se lanzará otra vez a la vida libre. Divertirse... ¡ea!... Por de pronto habrá un arreglito, y ese tunante le dará alguna protección; tendrá usted casa en que vivir... Y ahora que me acuerdo, ¿ese hombre es casado? señor dijo Fortunata con pena.

Escuchome con la grave y simpática cortesía que le caracterizaba. Decía a menudo: «, . ¡Oh! ¡Mucho, mucho!»; pero el caballo delantero de la derecha, nombrado, si mal no recuerdo, Muslim, me hacía una competencia desastrosa. Y todo porque a menudo ponía tiesas las orejas y frotaba a su compañero con el hocico. «Quieto, Muslim, quieto. ¡Tunante!