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Eran unas flores como todas, nacidas en una tierra igual á las otras tierras; pero el marco de las tapias milenarias, la vecindad de los cubículos y taberne de la casa edificada por Pansa en tiempo de los primeros Césares, les daban el mismo interés que si fuesen rosas de dos mil años, milagrosamente conservadas.

Más allá de la ciudad veía Jaime con la imaginación monótonas tapias, cipreses que asomaban sus puntas sobre ellas, una población apretada de blancas construcciones, de ventanillas como bocas de horno, de losas que parecían cubrir entradas de cuevas. ¿Cuántos eran los habitantes de la ciudad de los vivos en sus plazas y sus amplias calles? Sesenta mil... ochenta mil. ¡Ay!

Por todas partes, en las paredes negruzcas, en las escaleras de piedra de algunas casas, en las tapias de los jardines, salen hierbas carnosas y relucientes, con florecillas azules y rojas. En las huertas hay inmensas magnolias, naranjos y limoneros. Yo encuentro a mi pueblo algo de Cádiz, de un Cádiz pequeño, melancólico y negro, menos suave y más rudo.

Por algunos huecos del caserío se ven horizontes esteparios y luminosos, tapias de cementerios coronadas de cipreses, esbeltas chimeneas de fábricas como palmeras sin ramas, grandes extensiones de terreno mal sembrado para pasto de las burras de leche y de las cabras.

Prólogo: «Como se acabaron los Cisneros, los Navarros, Loyolas, Ríos, Solanos, Ramírez, Tapias, Leones, Rochas, Salvadores y Christóvales, ¿qué han de hacer los Autores, sino, convertidos en Bolatines, remitir á las tramoyas las comediasCaramuelis Rhythmica. Editio altera. Campaniae, 1668, págs. 706 y siguientes.

Miraba Chinto a la bahía con la boca abierta, y cuando al fin salió Amparo, no pudo verla: ella en cambio le divisó desde lejos, y veloz como una saeta, varió de rumbo, tomando por la insigne calle del Sol, que componen media docena de casas gibosas y dos tapias coronadas de hierba y alelíes silvestres.

Los pesados racimos de bestias muertas que el señor Manolo sostenía en sus manos eran los únicos testimonios de la realidad de la aventura. Toca, Isidro decía el capataz riendo . ¡Qué famosa cachuela vamos a comernos!... El joven, pensando en los guardas, sentía ahora un miedo mayor que el que había experimentado al otro lado de las tapias.

Todos estos dias fueron de regocijo y de fiesta, y durante ellos muchos bordonadores tiraron á tablado, que era un juego de lanzas arrojadizas; mas de cien caballeros del reino de Valencia y Murcia jugaban á la gineta, y á un lado de la ALJAFERÍA se formó un campo cerrado con tapias para toros, á donde cada parroquia envió el suyo divisado con las armas reales.

El demonio del orgullo levantole en los espacios sobre el hormiguero de los hombres, y, otra vez, bajo el sol embriagador, sintió en su frente el beso o la mordedura de invisible quimera. Todo el día lo pasó vagando por la ciudad. Densos perfumes primaverales desbordaban las tapias de los huertos y flotaban en las callejuelas. El se sentía también renacer con las flores y los follajes.

Todos los años adquiría nuevas propiedades; sentía el estremecimiento del orgullo contemplando desde la montaña de San Salvador aquella ermita ¡ay! de tenaz recuerdo los grandes pedazos de tierra aquí y allá, cercados de verdes tapias, sobre los cuales extendíanse los naranjos en correctas filas. Todo era suyo; la dulzura de la posesión, la borrachera de la propiedad subíansele a la cabeza.