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Semíramis, hija de una sacerdotisa de Diana, milagrosamente nacida, amparada por Venus y perseguida por Diana, yace prisionera, desde los primeros años de su juventud, en un lugar montañoso y solitario, porque un oráculo ha anunciado que llenará á la tierra de horrores y desdichas, que transformará á un Príncipe en tirano, y que se precipitará al cabo en el abismo desde inconmensurable altura.

Era un horrible disparate lo que estaban proyectando: casi un asesinato. Tal vez cayese redondo antes de que sonase el primer tiro. Le habían hecho una operación audaz en el cráneo; vivía milagrosamente, podía morir de un modo fulminante á la menor emoción. Y don Marcos tuvo una respuesta heroica, digna de él. Doctor, para un hombre de éstos, batirse no es una emoción.

Su fantasía de meridionales, siempre dispuesta a lo inesperado y maravilloso, les había hecho creer en la aparición de Salvatierra y otros revolucionarios célebres, todos montados en briosos corceles, como caudillos arrogantes e invencibles, seguidos de un gran ejército que surgía milagrosamente de la tierra. ¡Asunto de acompañar a estos auxiliares poderosos en su entrada en Jerez, reservándose la fácil tarea de matar a los vencidos y adjudicarse sus riquezas!

Como el ladrón que se aprovecha del sueño de su víctima, él rondaba en torno de un hombre bueno y valeroso que no podía verle, que no podía defenderse, para robarle el único afecto que tenía en el mundo y que milagrosamente volvía hacia él. ¡Muy bien, señor Desnoyers!... ¡Ah, canalla!

Luego mató á un tigre; después los indios lo amarraron á un poste para quemarle vivo. ¡Cómo respiró al verle en salvo milagrosamente!... No había poder, en el cielo ni en la tierra, capaz de acabar con este buen mozo.

El salvado tan milagrosamente de las garras del Demonio resuelve entonces consagrar el resto de sus días á servir á Dios, confirmándolo aún más en su propósito la noticia, que tiene, del arrepentimiento decidido de Lisarda, y de su bienaventurada muerte. He aquí, en general, los motivos dramáticos empleados por Mira de Mescua.

Antoñuelo, lejos de la fascinación y del encanto que casi milagrosamente le habían conservado como ser racional, se convertía en un estúpido y en un perdido. A pesar de la ineficacia, por falta de duración, de su poder purificante sobre el alma de Antoñuelo, Juanita le quería, se interesaba por él y sentía halagado su orgullo al dominarle, aunque fuera momentáneamente.

Alineados junto á los muelles, dormitaban, esperando entrar en funciones, los navíos-hospitales, trasatlánticos más dichosos, que retenían aún cierta parte de su antiguo bienestar, blancos, limpios, con una cruz roja pintada en los flancos y otra en las chimeneas. Algunos de los transportes habían llegado á Salónica milagrosamente.

En efecto, la nobleza iba en romería a ver el prodigio, a ver engordar a la niña. El elemento masculino notó mucho antes que el femenino la extraordinaria belleza de Anita. Pocos meses después de la fiebre, Ana había crecido milagrosamente, sus formas habían tomado una amplitud armónica que tenía orgullosa a la nobleza vetustense.

Al son de los instrumentos músicos, venían todos cantando, con deliciosa melodía, un himno del Rig-Veda, del que Morsamor comprendió milagrosamente y conservó en la memoria, no sabemos si con entera fidelidad, las siguientes estrofas: «Áureo germen de luz apareciste al principio. Soberano del mundo llenaste la tierra y el cielo. ¿Eres el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?».