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Habrá algun tiempo, dice, de acabarse Mi pena, mi dolor y desconsuelo! Tendrán cabo mis males algun dia, Pues lo tuvo mi gozo, y mi alegría!" ¡A que duro diamante no ablandára! ¡A que leon cruel no conmoviera! ¡A que hircana tigre no amansára! ¡A que pecho mortal no enterneciera, Si el principio y el fin considerára De aqueste sin ventura, su quimera!

Un monólogo angustioso de Doña Mayor, diverso en las palabras del de la Doña Mencía de Calderón, pero muy semejante en los pensamientos, y en seguida la escena de la sangría suelta: DON JACINTO. Ya estás en seguro; espera, No te descubras. BARBERO. No haré. ¿Qué es esto? DON JACINTO. Yo avisaré. BARBERO. ¿Esta es fantasma ó quimera? DON JACINTO. ¡Descúbrete!

En efecto, tengo un genio muy malo; a veces no hay quien me resista. No, no; es otra clase de genio dijo la dama riendo. Mas aunque esto no fuese una quimera, aunque alcanzases algún día la celebridad, soy muy tonta en forjarme ilusiones... estás comenzando la vida casi, casi... el porvenir se presenta risueño.

La misma envidia le impulsó á buscar quimera al inofensivo boticario. Hubo muchos gritos y algunos pescozones. Pero el recaudador, que andaba ya cerca del período heroico, separó con toda la energía de sus músculos á los contendientes, aunque al hacerlo el exceso mismo de su energía, sin duda, le hizo dar con el cuerpo en el suelo.

Su canción monótona, dulce, evocadora, flota en el crepúsculo bañado de azúl, parece que ríe, parece que llora, como una quimera de la juventud. A veces la noche, como novia loca, me sorprende triste en el tosco umbral, pensando en aquella muy amada boca que me brindó un día venturanza y paz.

Suponed por un momento que el sol no existe: que sólo os alumbra una luz artificial: que habéis recorrido el mundo armado de una linterna, tropezando aquí, cayendo allá, buscando no qué quimera de vuestro pensamiento; que habéis aplicado la luz de vuestra linterna al semblante de todo el que habéis encontrado, y habéis visto un rostro repugnante del cual habéis apartado los ojos con hastío; que habéis seguido siempre adelante buscando vuestro fantasma y os habéis cansado al fin; habéis arrojado la linterna y os habéis quedado a oscuras, exclamando: El mundo es la horrible verdad de lo monstruoso, de lo deforme: la vida una carga insoportable; el hombre nuestro hermano no existe; la mujer nuestra ayuda es sueño.

Se despide de él, con la promesa de revelarle la combinación preciosa en un diván de los salones privados, cuando entre en el Casino. Piensa Lubimoff en su existencia de los últimos meses, en sus aventuras de soldado, en su herida, en todo lo que le ha ocurrido á él y al mundo entero mientras este músico permanecía fijo en Monte-Carlo sin admitir otra realidad que el revoloteo de la Quimera.

Había tanta elocuencia en esos monumentos de tan vulgar ejecucion, tal candor en el culto que les tributan los humildes y pobres habitantes de Altorf, y tantos motivos para comprender el valor de esa sublime virtud que se llama el patriotismo!... Esa inmortalidad de un nombre y una leyenda al traves de tantos siglos, y esa elocuencia de dos toscas estatuas en el fondo de un pobre valle de Suiza, inmortalidad comprendida y elocuencia bien sentida por dos almas viajeras nacidas en el corazon de los Andes, ¿no eran las mejores pruebas de que el patriotismo no es un delirio sino una gran virtud, una religion, y que la gloria no es una quimera, sino una eterna auréola de los grandes caractéres y de los pueblos libres?

Rápidos, en tropel, sólo a su nombre, como nubes compactas de tormenta, luchas, melancolías, desalientos, acuden, se avalanzan, se atropellan y llenan el espíritu del reo, resanando ecos de perdidas épocas con la dulce quimera de una patria que resurge triunfante de la ciénaga. Era la patria que llenó su vida.

LICANOR. Qué derrotada tormenta... FENCIS. Qué deshecho terremoto... IRENE.. Qué fantástica quimera REY.. A estos puertos, LICANOR. A estos montes, FENCIS. ¿Te trae? IRENE. ¿Te arroja? REY. ¿Te echa? Esta especie de diálogo es tan raro y poco común, que para comprenderlo bien conviene citar un ejemplo. Elegimos uno de la tercera jornada de Amar después de la muerte.