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La gentuza se acobardó ante los cadalsos erigidos en la plaza de la Cárcel. Pero esto no era bastante. Convenía una sangría suelta para quitar fuerzas a la bestia rebelde. De mandar él, ya estarían en presidio los mangoneadores de todas las sociedades obreras del campo que traían revuelta a la ciudad.

Este es uno de los casos raros en que es conveniente la sangría depletiva, con la condicion de que se emplearán inmediatamente despues los medios higiénicos y terapéuticos capaces de prevenir este insidioso estado y de oponerse á la costumbre tan fatal de las sangrías.

No se debe atener el médico al efecto, sino remontarse á su orígen, á la discrasia; pues si algunas veces, volvemos á decirlo, se necesita la sangría por la urgencia de los síntomas, preciso es no perder de vista que solo es un medio de llegar á los que combaten la disposicion discrásica y dinámica del organismo.

Lo que Lavalle hizo fué dar con la espada un corte al nudo gordiano en que había venido a enredarse toda la sociabilidad argentina; dando una sangría, quiso evitar el cáncer lento, la estagnación; poniendo fuego a la mecha, hizo que reventase la mina por la mano de unitarios y federales, preparada de mucho tiempo atrás.

Temió una traición de aquella gata; temió, así Dios le salvase, un tremendo mordisco sobre la yugular, una sangría suelta... pero al retroceder con un ligero esfuerzo, sintió sobre la nuca el peso de dos brazos que le apretaban con tal especie de ahínco, que no podía confundirse con la violencia ni el dolo malo; y acabó de entender, con gran sorpresa, de qué se trataba, cuando oyó un gemido ronco y mimoso, de voluptuosidad soñolienta, imperativa en medio del abandono, gemido que él conocía perfectamente y cuyo significado no podía confundirse con nada.

Lo cual es absurdo aun supuesto... Bien, pero suponiendo ese absurdo... yo le doy una sangría suelta. Y hasta nombraba el albéitar a quien había de llamar y tapar los ojos, con todo lo demás del argumento. Tampoco le parecía mal lo de prender fuego a la casa y vengar secretamente el supuesto adulterio de su mujer.

Terminando así: Y aquí, senado famoso, Se da fin á aquesta historia De el honor en la sangría Y médico de su honra.

Pero lo que ésta no sabía, ni sospechar pudo el mismo estudiante, fué que, habiéndose éste sentido con sed y decidido á echar medio en sangría en la taberna del lugar, que halló al paso, huyendo de la máxima de su padre de que «el agua cría ranas», lo primero con que tropezó, antes que con el tabernero, fué el mayorazgo, el cual, al guiparle, le enjaretó un «amice, ¿quo modo valesque quitó al estudiante hasta la sed.

Un mozo se presentó, no poco alarmado con el estrépito. ¿Qué demonios se puede tomar aquí para quitar la sed, que no se parezca á esa melecina condenada que me has dado? le preguntó el mayorazgo, señalando el estrellado sorbete. Lo que usted pida, señor contestó el otro, luchando por contener la risa. Pues tráete ... media de tinto. ¡De tinto! ¿Cómo? ¿Cómo? En sangría.

Tal temor sentía ella, que hasta se encontró con fuerzas inferiores a las de su marido, que era tan débil. «Moñuca mía le dijo apretándole el brazo con nerviosa energía, y mirándola con una expresión en que la desdichada veía confundidos al amante y al asesino . Nos liberaremos, por medio de una sangría suelta, desde que hayas cumplido tu misión. ¿Cuándo será? Allá por Febrero o Marzo».