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Y en su brutalidad escupió a Catalina en la cara. Martín, cegado, saltó como un tigre sobre Carlos y le agarró por el cuello. ¡Canalla! ¡Cobarde! rugió . Ahora mismo vas a pedir perdón a tu hermana. ¡Suelta! ¡Suelta! exclamó Carlos ahogándose. ¡De rodillas! ¡Por Dios, Martín ¡Déjale! gritó Catalina . ¡Déjale! No, porque es un miserable, un canalla cobarde, y te va a pedir perdón de rodillas.

Luego se irguió haciendo resaltar su bella figura escultural. ¡Ole la palma gallarda! ¡Vaya un talle sandunguero!... ¡Suelta esa mata de pelo, gachona!... ¡Vivan las mujeres flamencas! Y entre los gritos y los oles y el palmoteo infernal, Soledad bailó con toda la elegancia y gentileza que ella sólo sabía.

En otros tiempos, él y su viejo camarada, una vez encerrados, podían dormir a pierna suelta, sin miedo a que el cabildo les riñese. Pero Su Eminencia, que siempre estaba discurriendo el modo de molestar al prójimo, había colocado en lados distintos de la catedral unos relojitos traídos del extranjero, y había que ir cada media hora a abrirlos y marcar la presencia.

Guardo yo aquel mechón de tus cabellos como el devoto la reliquia santa, como el sórdido avaro su tesoro, como el proscrito guarda, en su triste destierro, los recuerdos dulces y halagadores de la patria. Y cuando estoy a solas, dueño mío, doy rienda suelta a mis mortales ansias, y aquel precioso rizo que tu frente un día engalanara, beso mil y mil veces amoroso, evocando tu imagen adorada.

Velázquez pudo desde entonces dar rienda suelta á su fanfarronería. Este era el vicio que le dominaba y servía de triste contrapeso á sus buenas cualidades. Porque las tenía, sin disputa. Era servicial, generoso, despierto de inteligencia y sensible de corazón.

Y viéndolos desfilar tan hermosos, tan brillantes y risueños, permaneció atónito, arrobado con tal expresión de estúpido embeleso, que si Flora no estuviese tan conmovida y hubiese vuelto hacia él su rostro, le suelta sin remedio una carcajada.

María era de natural compasivo y le dolían los martirios de la niña, aunque no los conocía todos, porque Amalia procuraba guardarse de los criados, exceptuando Concha. Si no era suelta de lengua, no se la mordía tampoco para censurar en la cocina la conducta de su señora. Querida, esto es peor que la Inquisición. No parece que estamos entre cristianos, sino entre perros judíos.

Sólo te falta echarte á llorar como los chiquillos. A ver: serenidad, y suelta todos tus pesares. Veamos por qué crees terminada tu vida, cuando eres el hijo de la suerte. El millonario fué á hablar, y Aresti le interrumpió de nuevo: Por lo que pueda convenirte, te advierto que Fernando, tu ingeniero, aguarda ahí fuera.

Quise rechazar mi constante preocupación por medio de la lectura, pero dió la casualidad que la única obra que había llevado conmigo era la Historia de Bernal Díaz del Castillo, y ella, lejos de proporcionarme distracción, daba rienda suelta a los más extraños pensamientos. Dejé el libro y salí a pasear por las vegas, hasta el anochecer.

Pues á ese zángano que te corteja profirió Plutón dirigiéndose bruscamente á Demetria nadie le corta el pescuezo más que yo. Demetria le miró estupefacta con más sorpresa que indignación. Flora volvió á dar suelta á su risa. ¿Sabes lo que digo? manifestó al cabo encarándose con Plutón.