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Lo bueno es que ya no le pega a la mujer, porque en cuanto levanta la mano pierde pie y se cae al suelo». Isidora se echó a reír. En el mismo instante, Riquín le daba bofetadas. «No se pega, no se pega. Anda, cáscale duro... Déjale que pegue. Este va a tener más talento... Le criaremos para cura de escopeta y perro. Verás qué sermones salen de esa cabezota. ¿Verdad, hijo?

Creyó oír una voz, la de algunos de aquellos fantasmas negros que, sable en mano o disparando tiros, pasaban ante sus ojos espantados que todo lo veían envuelto en densa niebla. Déjale: ¿no ves que es un señorito?... Por primera vez en su vida se dio cuenta de las ventajas y privilegios de aquel traje que era para él un uniforme de miseria.

Ese es el medio mejor de que no te desprecie.... Digo ... el medio mejor es otro ... pero no te lo aconsejo, porque no está bien aconsejar ciertas cosas.... Si estás enamorada de él no des tu brazo a torcer, por Dios.... Que no sepa estas penas tuyas, porque eres perdida.... Déjale que satisfaga su capricho, que él volverá a ti. Irenita levantó su rostro bañado de lágrimas.

Solamente en presencia de Roussel, encontró Federico su equilibrio. Se enjugó la frente y dijo: Ya lo que el señor deseaba averiguar. ¡Buen Federico! Mauricio le estrechó en sus brazos. Si el señorito Mauricio quisiera no ahogarme, podría contarle lo que he sabido. Veamos; déjale hablar. Este muchacho.... Mauricio se sentó en el sofá; y Federico volvió á tomar la palabra.

De todos modos, tal vestimenta se avenía mal con la pobreza de la esposa de Luquitas. «¿No ha venido anoche tu marido? le dijo Benina, sofocada de la penosa ascensión. No, hija, ni falta que me hace. Déjale en su café, y en sus casas de perdición, con las socias que le han sorbido el seso. ¿No te han traído nada de casa de tus suegros? Hoy no toca. Ya sabes que lo dejaron en un día y otro no.

Aunque rabies, espera un poco... Canción de Silvain, los Dragones de Villars, acto segundo, escena..., dijo Frecourt riendo. ¡Vaya! Ya se desató. Déjale, dijo Tragomer. Yo encuentro su música muy digestiva. En Texas, los jefes indios hacen que les canten canciones durante las comidas. ¿Oyes, Frecourt? Los salvajes. ¡Oh!

¡Vamos, Bernardo, déjale ya! manifestó su esposa; y dirigiéndose después al coronel: Aprenda V., amigo Bembo; las mujeres hacen más falta en las casas de lo que a V. se le figura. No lo dudo, no lo dudo murmuró el gigante sin apartar los ojos del plato. Y si no lo duda V., picaronazo, ¿por qué no sigue V. el ejemplo de mi cuñado? Señora, no me siento aún preparado.

Es muy terco, hija, déjale... no quiere que le agradezcamos la licencia del oratorio y el permiso para doblar la misa para don Anselmo. Agradézcaselo usted a Su Santidad. , que por mi cara bonita me entrega Su Santidad esta gracia.... El Magistral sonreía, dispuesto a escapar si querían asirle.

MANIL. Ya, señor, las tres han dado: Hora será de comer, Si por dicha, como ayer, No te quedas olvidado. Deja la melancolía, Come y desecha la pena; Que aunque comas, será cena, Pasado lo más del día. Aunque a Jarifa aguardaras Con la mesa puesta ansí, Era ya tarde. ABIND. ¡Ay de ! Que en sólo el cuerpo reparas; Déjale al alma comer Suspiros, lágrimas, quejas.

Esas no son gracias, María; son chanzas pesadas, que sabes que no me gustan dijo incomodada la buena anciana . Dime a lo que quieras; pero a fray Gabriel déjale en paz, que es el único bien que le ha quedado. Vamos, no se enfade usted, tía María repuso la Gaviota ; consuélese usted con pensar, que nada tiene de vidrio fray Gabriel, sino sus espejuelos.