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Sin embargo, la mujer no estaba más que desvanecida. Incomodada por las hormiguitas que invadían su cuerpo e iban a libar en ciertas secreciones de sus ojos, a media noche ya, hizo un esfuerzo, se apoyó sobre sus manos, se sentó, se puso de pie.

Al entrar en la casa, halló a doña Lupe muy incomodada con Papitos, sobre cuya inocente cabeza descargaba el mal humor que la noche en vela le produjo. Cuanto se había hecho en su ausencia le parecía mal, dejándose decir que ni tan siquiera para una obra de caridad podía salir de casa, pues en cuanto volvía la espalda, era todo un desbarajuste.

Es un falso, un hipócrita, y si no le aborrezco, no tengo perdón de Dios». En esto, sintió que Juan la abrazaba por la cintura... «Quítate, déjame... gritó ella . Estoy muy incomodada; ¿pero no ves que estoy muy incomodada?». Juan la vio temblorosa y sin poder respirar. «Perdone uste, señora» replicó bromeando.

Doña Visita estaba incomodada porque la señora Regenta había querido venir sin mandar antes un recado. Creo que fueron a paseo, porque doña Visita dijo no qué del Espolón. ¡Al Espolón! gritó Ripamilán, cogiendo con una mano un brazo del Magistral y con la otra la teja . ¡Al Espolón! ¡Pero don Cayetano! Es cuestión de honra para ; de ese desaire tengo yo culpa en cierto modo.

No me hables de eso, Gil: Gil, no me hables de eso dijo fingiéndose incomodada doña Leoncia; que todos los hombres son unos engañosos, y está una muy escarmentada ... no ... digo ... muy.... Le han dicho á una lo que son los hombres ... Y si no, miren al prestamista de abajo que todos los días desayuna á su mujer con cincuenta palos. ¡Oh, Leoncia de mis pecados!

Por último, se acercó una mujer, la joven la detuvo y respetuosamente la hizo su pregunta. ¿La calle del Humilladero? dijo la mujer, que era una vieja arrugada y con voz gangosa. , señora. ¿Le parece á usted que está bien detener á las personas honradas de este modo? contestó la vieja muy incomodada.

Esas no son gracias, María; son chanzas pesadas, que sabes que no me gustan dijo incomodada la buena anciana . Dime a lo que quieras; pero a fray Gabriel déjale en paz, que es el único bien que le ha quedado. Vamos, no se enfade usted, tía María repuso la Gaviota ; consuélese usted con pensar, que nada tiene de vidrio fray Gabriel, sino sus espejuelos.

Adoración iba detrás, cogida a la falda de Jacinta, como los pajes que llevan la cola de los reyes, y delante abriendo calle, como un batidor, la zancuda, que aquel día parecía tener las canillas más desarrolladas y las greñas más sueltas. Jacinta le había llevado unas botas, y estaba la chica muy incomodada porque su madre no se las dejaba poner hasta el domingo.

Mary estaba enfurruñada. ¿Qué le pasa a usted? la dije. Nada. No, algo le pasa. ¿Está usted incomodada conmigo? . ¿Por qué? ¡A no me ha traído usted anillo! me dijo, dolorida. No importa; le compraré otro más bonito. No, no; yo lo quiero igual que el de Quenoveva. Pues como el de Quenoveva.

¿Pues, cómo he de tenerte? preguntó la mamá, riendo entre divertida e incomodada. Así dijo Carolina, y enroscándose pasó un brazo por el cuello de la señora de Galba y descansó la mejilla en su seno. De esta manera, ¿verdad? Acomodose nuevamente, acurrucose como un gatito, cerró los ojos y quedó dormida.