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Lionel Gould un nombre de teatro había sido estudiante; pero su afición á la vida intensa y á las novelas de aventuras le hicieron abandonar la casa de sus padres á los diez y siete años, yéndose á Texas para llevar la existencia ruda de los cow-boys que tantas veces había admirado en los libros. A los veintidós años, otro cambio de aficiones.

Aunque rabies, espera un poco... Canción de Silvain, los Dragones de Villars, acto segundo, escena..., dijo Frecourt riendo. ¡Vaya! Ya se desató. Déjale, dijo Tragomer. Yo encuentro su música muy digestiva. En Texas, los jefes indios hacen que les canten canciones durante las comidas. ¿Oyes, Frecourt? Los salvajes. ¡Oh!

No hay para qué referir la sensación que este hallazgo causó en todo el mundo. Baste decir que todas las testas coronadas, y muchas que no lo eran, se disputaban la posesión de tan magnífica joya. Los más interesados en obtenerla eran el Presidente de la República Inglesa, el Gran Duque de Texcoco y Mr. Elihu P Goggles, de Paradise, Texas.

Son, en realidad, sucesos vulgares, que sólo merecen atención por el ambiente de tristeza desgarradora en que se desarrollaron. Hace años me lancé á recorrer la América de habla española. Entré por Buenos Aires y he salido por la frontera de Texas.

Desde las fronteras de Texas a los hielos de Magallanes, vivía España y viviría luengos siglos en el doctor sentencioso, trasatlántico, descendiente de Salamanca y Alcalá; en la dama graciosa y devota que imita las últimas novedades de la elegancia exterior, pero guarda el alma de sus abuelas; en el caudillo aventurero que renueva al otro lado del Océano los romances medievales de la Península; en la irresistible admiración por el valor y la audacia que sienten hasta los más ilustrados, colocando el coraje por encima de todas las virtudes humanas.

Todo lo que había aprendido en las praderas de Texas le sirvió para su gloria artística. Ningún actor supo como él montar á caballo, echar el lazo, batirse á puñetazos, manejar las armas. Allá, entre vaqueros de verdad, había sido un discípulo mediocre, un muchacho de la burguesía empeñado en hacerse cow-boy bajo la obsesión de ciertas lecturas.