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Quiere decirse que usted, a pesar de sus ideas contrarias a la Iglesia, no tiene inconveniente en calzar a las personas religiosas. Pero pudiera ocurrir que las personas religiosas tengan inconveniente en dejarse calzar por usted. El fanatismo es reincidente declaró sentencioso Belarmino. ¿Cómo reincidente? preguntó el Padre Alesón.

Muy rico también, muy majo; pero me gusta más la mejorana. Leandro se había acercado. Era el anciano pastor encargado de los grandes rebaños de ovejas que Reynoso poseía, el personaje más considerable de aquellos campos, grave, prudente, sentencioso. En pos de él otros tres zagalones que le ayudaban, y más tarde el pastor de las vacas que acudía como siempre al señuelo del cigarro.

¡No digas eso, malaje! clamaba la señora Angustias . No tientes a Dió; mia que eso trae mala suerte. Pero el cuñado intervenía con su aire sentencioso, aprovechando la ocasión para halagar al espada. No haga usté caso, mamita. A éste no hay toro que lo toque. ¡Como no le arroje un cuerno!... El domingo era la última corrida del año que iba a torear Gallardo.

Dice así: «Este fué el oráculo de la corte, el ansia de los extranjeros, el padre de las musas, el lince de la erudición, la luz de los teatros, la admiración de los hombres, el que de peregrinas virtudes estuvo adornado siempre, pues su casa era el abrigo de los desvalidos, su condición la más prudente, su humildad la más profunda, su modestia la más elevada, su cortesía la más atenta, su compañía la más segura y provechosa, su lengua la más cándida y honrada, su pluma la más cortesana de su siglo y que no hirió jamás con mordaces comentos la fama de ninguno ni manchó con libelos á los maldicientes, ni su oído atendió á las detractaciones maliciosas de la envidia, y éste, en fin, fué el príncipe de los poetas castellanos que suscitó con su sagrada poesía á griegos y latinos; pues en lo heróico fué culto y elevado, en lo moral erudito y sentencioso, en lo lírico agradable y elocuente, en lo sacro divino y conceptuoso, en lo amoroso honesto y respectivo, en lo jocoso salado y vivo, en lo cómico sutil y proporcionado.

Y tenía razón, porque en vano adornó don Modesto su mensaje con un exordio modificador; en vano lo comentó con notas explicativas; en vano lo exornó con verbosas paráfrasis. No por esto dejó de ofender mucho a Rosita, la cual exclamó en tono sentencioso: Quien recibe dones del cielo y no los emplea en su servicio, merece perderlos.

Desde las fronteras de Texas a los hielos de Magallanes, vivía España y viviría luengos siglos en el doctor sentencioso, trasatlántico, descendiente de Salamanca y Alcalá; en la dama graciosa y devota que imita las últimas novedades de la elegancia exterior, pero guarda el alma de sus abuelas; en el caudillo aventurero que renueva al otro lado del Océano los romances medievales de la Península; en la irresistible admiración por el valor y la audacia que sienten hasta los más ilustrados, colocando el coraje por encima de todas las virtudes humanas.

El que no lleva pajitas al nido rara vez moja la barba en cáliz, he oído decir con frecuencia al personaje más sentencioso de aquellos lugares. Presentadas así las cosas, parece una temeridad, un delirio, algo semejante al propósito que tuvo la serpiente de la fábula de morder la lima, el plan de D. Acisclo de derrotar a D. Paco y de suplantarle.

Abrazólos a todos y luego comenzaron unos a pedirle oración para el Justo Juez en verso grave y sentencioso, tal que provocase a gestos; otros pidieron de las Animas, y por aquí discurrieron, recibiendo ocho reales de señal de cada uno. Despidiólos, y díjome: "Más me han de valer de trescientos reales los ciegos.

D. Eugenio de Ochoa, que las reimprimió, pensaba que el escritor brilla más en ellas por la novedad de los pensamientos y la valentía de los giros, que por la pureza y corrección del lenguaje ; Bermúdez de Castro, en el supuesto de que todos los personajes de la corte de Francia querían testimonio de su estilo y de tener que poner en prensa el ingenio para discurrir lisonjera y graciosamente sobre fútiles consultas, alaba al escritor fácil y sentencioso, moralista divagador al gusto de la época, entendiendo que por estar entonces menos formada la lengua francesa que la nuestra, se enriqueció con los giros que introducía el español proscripto .

Pero al último, nuestro Caleb, que se picaba de sentencioso y moderador ajeno, enderezando la palabra al compañero, le dijo: Catur, ¡cuánto me place verte caminar para Córdoba!