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Aspiró a sustituir a ésta en la gracia del elocuente y donoso sacerdote, y casi lo tenía conseguido. Desgraciadamente, se interpuso en su camino D.ª Filomena, la viuda que ya conocemos, quien con más modestia y reserva admiraba a su director espiritual y le prodigaba en silencio y en la sombra mil atenciones delicadas, que concluyeron por hacer mella en su corazón.

Las facciones de aquel rostro se acercaban al canon griego y casaba muy bien con ellas la dulce seriedad de la fisonomía. En esta figura larga, pero no sin gracia, espiritual, no flaca, solemne, hierática, todo estaba mudo menos los ojos y la dulzura que era como un perfume elocuente de todo el cuerpo. Era la doncella de doña Paula, Teresina. Dormía cerca del despacho y de la alcoba del señorito.

Y habían ido juntos sin pensar ni uno ni otro lo que hacían. Desde aquella tarde había empezado para la Regenta la vida de la devota práctica; pero duró poco la eficacia de aquel impulso en que no había piedad acendrada sino gratitud, el deseo de complacer al hombre que tanto trabajaba por salvarla, y que era tan elocuente y que tanto valía.

No podré explicarme bien dijo la condesa sino por medio de una comparación, porque no soy elocuente como Eloísa. Hace algún tiempo que vino a vemos una de nuestras parientas de Jerez, mujer muy devota, cuyo marido es muy aficionado a las artes. Lo primero que traté de enseñarles fue, por supuesto, nuestra hermosa catedral.

Martín, sin decir nada, va a la puerta y corre el cerrojo; después vuelve a colocarse delante de su hermano. Su pecho jadea, como si quisiera sacar las palabras de lo más profundo de su alma. ¿Pero de qué le sirve eso? Su voz se queda en la garganta. Nunca ha sido elocuente el pobre rústico; ¿cómo encontrar de pronto conceptos expresivos para arrancar aquel extraviado a su locura?

Pero llegado aquí, suspendamos nuestro relato para dar cabida á algunos curiosos documentos de la época, cuyo sencillo texto es mucho más elocuente que podrían serlo nuestras palabras.

Tanta atención, tanto cariño habían logrado al fin cautivar el espíritu del elocuente capellán de Sarrió, quien daba claras muestras a la viuda de su afecto. Después de haberlo intentado en vano muchas veces, aquélla había recabado de él que fuese preceptor de su hijo, y que tomase el cargo con afición. Su temperamento dominante y fogoso se manifestó en seguida.

Después de exclamar, con el muy elocuente Obispo de Hipona: ¡Gran cosa es el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios!, ¿quién ha de preocuparse de que en esta baja tierra le hagan o no le hagan caso? Si ha de consistir nuestra aspiración en ser perfectos como nuestro Padre que está en el cielo, ¿qué añaden a la suma de lo perfectible las vulgares alabanzas y los honores mundanos?

Leía Derecho civil, leía un Código de comercio que tenía por apéndice un tratado de teneduría de libros; consultaba con Cernuda el joven, elocuente abogado y... nada más. El tío se preparaba sin duda. Esperaba una acometida. ¡Oh! ¡Bien sabía Bonis que Nepo tendría armas con que defenderse!

Delante de esta sombra era Lázaro muy elocuente, y siempre acertaba á expresar lo que sentía; y sentía tanto el pobre, que á veces le daba uno de esos accesos vehementes, en que el organismo se conmueve todo, quebrantado y oprimido por la enorme expansión del espíritu. Salía de la casa por no hallarse bien en ella, y volvía á entrar por no hallarse bien fuera.