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Fúndase esta regla en que todo hombre es falaz, y ninguno hay que no suela preocuparse, ó precipitar el juicio, ni todos saben hacer buen exercicio de los sentidos, ni evitar los errores que ocasionan las pasiones, y la imaginacion: por consiguiente á nadie hemos de creer sobre su palabra, sino sobre sus razones.

Sentía además el dolor de los celos; unos celos de mujer vanidosa y algo madura que se ve arrebatar la última esperanza de felicidad por una adversaria que casi puede ser su hija. A la par que sufría este tormento debía preocuparse de su trágica situación, creada por la rivalidad amorosa de dos hombres que la habían deseado, y defenderse también del odio de todo un pueblo.

Su patria estaba lejos y también la del alemán. ¡A saber si volverían á ella!... Allí eran argentinos, y debían pensar en las cosas inmediatas, sin preocuparse del pasado.

Solamente se dio cuenta de su situación cuando al fin del mes se presentó la patrona en el cuarto a pedirle dinero; no lo tenía, porque ya no cobraba en la iglesia; fue necesario que llevase a empeñar el reloj de su padre para pagar la casa. Después se quedó otra vez tan tranquilo y siguió trabajando sin preocuparse de lo porvenir.

Pero viéndole sonreír y ponerse por un momento en actitud de gran atención, siguió hablando, sin preocuparse ya de él y conformándose con hablar para mismo. Experimentaba algo así como la embriaguez de sus recelos y de su angustia. Relataba los episodios desconcertantes con fidelidad minuciosa, y de vez en cuando se detenía, azotado por la visión repentina de Adriana bailando con el otro.

Además, le resultaba imposible volver á su casa, reanudando la vida con su esposa: equivalía á perder sus últimas ilusiones. Era mejor contemplar de lejos todo lo que restaba en pie de su antigua existencia. Caragòl, mientras tanto, seguía hablando. Los sobrinos no se acordaban del pobre cocinero, y él no tenía por qué preocuparse de su suerte, enriqueciéndolos.

Cada cual se alejaba, después de desahogar su cólera, con la precipitación loca de la fuga, sin preocuparse de los compañeros, sin acordarse de invitar al doctor, con el egoísmo de la derrota que borra toda amistad. El infeliz barrenador, al verse solo con Aresti rompió á llorar. ¡Don Luis! ¡Don Luis!...

Conseguido el propósito de Ulises, se encaminan ambos á Troya, sin preocuparse mucho Aquiles de Deidamia, antes su amada, la cual le sigue al campamento griego, disfrazada de hombre. La comedia no tiene desenlace verdadero, refiriéndose á una segunda parte que ha de completar su argumento.

Entonces, prefiero quedarme prosiguió Godfrey, con la determinación irreflexiva de conseguir aquella noche tanta felicidad como pudiera, sin preocuparse del mañana.

Ella ha sabido aprovechar su feliz neutralidad, consagrándose á perfeccionar sus instituciones, en tanto que las demas naciones parecian preocuparse casi únicamente con las intrigas y el antagonismo de la ambicion política.