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Le dejé una carta del señor Fernández, en la cual le consultaba no qué acerca de las enfermedades de Pepillo, y me fuí en busca de Andrés hacia su tenducho de «La Legalidad». El pobre viejo se olvidó de sus marchantes, saltó por encima del mostrador, y corrió hacia mi, abriendo los brazos.

Hacia las tres, la joven, sola en el salón, gozaba anticipadamente del placer que debía causarle la visita de Huberto. ¿Cómo lo encontraría? ¿Siempre enamorado a pesar de las semanas de separación? ¿Y si no venía? Esta última idea la tenía ansiosa; consultaba la hora con inquietud.

De todas maneras, ya pensaba don Simón pedir, con cierto tino y cuando cayera la pesa, los necesarios informes a persona que pudiera dárselos. Por de pronto, consultaba con él algunos puntos que debía tocar en su discurso, y aceptaba agradecido las enmiendas que le hacía y los consejos que le daba acerca del uso de ciertas frases y determinados arranques.

Encargó a Juanito de la dirección de la casa, y cada vez que éste le consultaba, respondía con displicencia: Haz lo que quieras, hijo mío. Allá . Aunque salga mal algún negocio, no me arruinaré. Yo estoy ahora en mi verdadero terreno; he encontrado el filón.

La duda que le atormentaba y consultaba con Mesía era esta: ¿Debo casarme pronto para que mi mujer no llegue a mis brazos hecha una vieja? ¿Debo preferir tomarla vieja y ser libre más tiempo para disfrutar de otras lozanías? No pensaba él, por supuesto, abstenerse del amor adúltero en casándose: pero ¿y la comodidad? ¿y el andar a salto de mata, ocultándose como un criminal?

Águeda, José, Juancito y los peones comentaban, en la cocina, lo que pasaba «adentro»; bajo el ombú grande estaba el break en cuyo estribo trasero se había sentado Lorenzo que tenía la cabeza apoyada entre las manos; en las gruesas raíces del ombú estaba sentado Hipólito y junto a él, que con un palito trazaba marcas de hacienda en el suelo, Ricardo de pie le consultaba sobre la hora de llegar al pueblo.

D. Berenguer de Requesens, General de las galeras de Sicilia, fué siempre de parecer que no se fuese á Trípol, y ansí lo decía públicamente y lo escribió al Rey, por lo que vino el Duque á desabrirse con él y á no tratar con alguno de los que contradecían la ida. Con D. Alvaro solamente consultaba y comunicaba todo lo que se había de hacer.

En tanto que esto se consultaba, nuestra caballería que reconocia la campaña, descubrió el ejército enemigo que aguardaba el nuestro entre los valles de las faldas del monte.

Por desgracia, el duque, como todos los oráculos antiguos y modernos, se expresaba siempre que se le consultaba, de un modo ambiguo. Respondía a menudo con gruñidos que nadie sabía si eran de afirmación, de negación o de duda. Las frases que de vez en cuando se escapaban de su boca entre el cigarro y los labios húmedos y sucios eran oscuras, cortadas, ininteligibles en muchos casos.

La enorme tira de trapo se arrastraba por la habitación, se encaramaba a las sillas, se colgaba de los brazos del sofá y se extendía en el suelo para ser dividida en pedazos por la tijera de la oficiala, que, de rodillas, consultaba con patrones de papel antes de cortar.