United States or Democratic Republic of the Congo ? Vote for the TOP Country of the Week !


Las facciones de aquel rostro se acercaban al canon griego y casaba muy bien con ellas la dulce seriedad de la fisonomía. En esta figura larga, pero no sin gracia, espiritual, no flaca, solemne, hierática, todo estaba mudo menos los ojos y la dulzura que era como un perfume elocuente de todo el cuerpo. Era la doncella de doña Paula, Teresina. Dormía cerca del despacho y de la alcoba del señorito.

Llevando el cestillo ante ella con los brazos extendidos, pasó entre los grupos, lentamente, con una majestad hierática, dirigiéndose hacia la caja del club. Permaneció Spadoni junto al príncipe. También sudaba, mientras su rostro tenía la palidez de la emoción. ¡Qué noche, Alteza!... ¡Qué noche!

La Iglesia, anciana venerable que Gabriel había visto en su país inmóvil, con majestad hierática, sin dignarse tocar un solo pliegue de su manto para no perder el polvo de los siglos, se agitaba en Francia queriendo remozarse, arrojaba a un lado las vestiduras de la tradición, como harapos vetustos que la ponían en ridículo, y distendía sus miembros con esfuerzo desesperado, para acoplarse dentro de la moderna armadura de la ciencia, la gran enemiga del ayer, la gran triunfadora del presente, cuya aparición había sido saludada con hogueras y bochornosas abjuraciones.

Sin embargo, el progreso de unos a otros es evidente: ya Alejo Fernández rompe la rigidez hierática y realiza un notable progreso en la técnica. Y por otra parte, la pintura mural y decorativa tiene alta representación en las obras de Juan de Borgoña.

Y señalaba a algunos emigrantes que contemplaban el Océano con aire pensativo, como figuras sacerdotales de hierática majestad, envueltos en luengas vestiduras, mientras sus dedos ganchudos se paseaban por las barbas, se hundían bajo el gorro de piel o avanzaban entre los pliegues y repliegues del pecho.

Calvat se llevó mucho tiempo buscando qué género de pintura podría convenir mejor a su siglo y a su talento, creyendo varias veces haberlo al fin encontrado. Durante un viaje por Italia, que hizo a costa de Fabrice, se había decidido con ardor por los pintores primitivos, y volvió no hablando sino de Duccio, Cimabue, Giotto, Tadeo Gaddi, el Massaccio y el Perugino, entonando himnos interminables a los mosaicos de San Miniato y a la simplicidad hierática de los bizantinos. «En esas fuentes frescas y puras era, según él decía con churrigueresca verbosidad, en donde debían vigorizarse las anémicas artes del siglo XIX.

Y todos estos pueblos, cuando sienten la dulce tristeza de la poesía, cantan el lied, la romanza, la balada, algo suave que adormece el alma y habla a la imaginación.... Aquí, las danzas populares tienen mucho de sacerdotal, recuerdan la tiesura hierática de los bailarines sagrados o el frenesí ondulante de la sacerdotisa, que acaba por caer ante el ara con los ojos extraviados y la boca llena de espuma. ¿Y los cantos?

A lo lejos se levanta la torre del Templo del Cielo, semejante a tres quitasoles sobrepuestos; después la gran columna de los Principios, hierática y seca como el genio de la raza, y delante blanquean en una media tinta sobrenatural, las terrazas de jaspe del Santuario de la Purificación.

La puerta del Reloj, llamada también de la Feria, con sus rudas esculturas de hierática rigidez y el tímpano cubierto de compactas escenas de la Creación, contrastaba con la puerta del otro extremo del crucero, la de los Leones, o, por otro nombre, de la Alegría, construida doscientos años después, risueña y majestuosa a la par como la entrada de un palacio y revelando ya las carnales audacias del Renacimiento, que pugnaba por aposentarse entre las rigideces de la arquitectura cristiana.

Sus relaciones con la gente de sotana, interrumpidas, pero no rotas, le presentaron ocasión de ingresar en el seminario en calidad de fámulo, ocultando, por supuesto, gran parte de sus antecedentes; y como tenía temporadas, si no de arrepentimiento pues él no creía que había de qué de cansancio, de cierto como relativo misticismo que le pedía a él la soledad de la vida recogida y largas horas de tiesura hierática, con un cirio en la mano, o en las oscuridades del coro, y ausencia de malas compañías, y pan seguro ganado sin industrias prohibidas; por todo ello se acogió a la soledad del claustro, y fue el más airoso, servicial y despabilado fámulo de colegio sacerdotal, donde no sabía él que había de llegar a ser colaborador de verdaderos horrores.