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Y luchaba con aquel organismo quebrantado, con el estómago descompuesto por la miseria, con los pulmones heridos y el corazón sujeto a desarreglos en el funcionamiento, con la máquina humana desvencijada por una vida de sufrimientos y emociones. El constante velar sobre el enfermo había trastornado la vida económica de Esteban.

Parecía ahora más lleno de zozobra y más extenuado que cuando lo describimos en la escena de la pública ignominia de Ester; y bien sea por lo quebrantado de su salud, ó por otra causa cualquiera, sus grandes ojos negros revelaban un mundo de dolor en la expresión inquieta y melancólica de sus miradas. Hay mucha verdad en lo que esta mujer dice, comenzó el Sr.

Unos acababan de devorar las sopas, con las que engañaban su hambre; otros, tendidos, regoldaban satisfechos, creyendo en una digestión que no añadía nada al quebrantado vigor de su vida; todos aparecían embrutecidos, repugnantes, sin voluntad para salir de su estado; creyendo confusamente en el milagro como única esperanza, o pensando en una limosna cristiana que le permitiese un minuto de descanso en su desesperado rodar por la cuesta de la miseria. ¡Cuánto tiempo no había de transcurrir hasta que aquella pobre gente abriese los ojos y aprendiera el camino! ¡Quién podría despertarla, infundiéndola la fe de aquel pobre mozo que caminaba a tientas, con los ojos fijos en una estrella lejana que él solo veía!...

Item, que los dias de ayuno no se entienda que los ha quebrantado el poeta que aquella mañana se ha comido las uñas al hacer de sus versos. Item, se ordena que todo poeta que diere en ser espadachin, valenton y arrojado, por aquella parte de la valentia se le desague y vaya la fama que podia alcanzar por sus buenos versos.

Y tendiendo una ropa de vestir, echó allí cada uno los zarcillos de su despojo. 27 Y Gedeón hizo de ellos un efod, el cual hizo guardar en su ciudad de Ofra; y todo Israel fornicó tras de ese efod en aquel lugar; y fue por tropiezo a Gedeón y a su casa. 28 Así fue quebrantado Madián delante de los hijos de Israel, y nunca más levantaron su cabeza.

Don Quijote dijo que haría, y así, le aderezaron uno razonable en el mismo caramanchón de marras, y él se acostó luego, porque venía muy quebrantado y falto de juicio.

Cuando llegaba, quebrantado, a una ciudad en fiesta, con las calles engalanadas con banderolas y arcos, sufría el tormento de la adoración entusiástica. Los aficionados partidarios de su nombre le esperaban en la estación y le acompañaban hasta el hotel.

Era él, se sentía enfermo, iba a morir. Su corazón estaba herido, traspasado tal vez por misteriosas melodías, cómo esos corazones de virgen que sangran en los altares erizados de espadas. Leonora le vio más pequeño de lo que realmente era; encogido y quebrantado por el dolor, inclinando su enorme cabeza de genio sobre el pecho de su esposa Cósima. Le veía aún como si le tuviera delante.

No tengo ya ni fuerzas, ni valor, ni energía para lanzarme á un mundo extraño, inmenso, erizado de dificultades, y lanzarme solo. Era esta la última expresión del abatimiento de un espíritu quebrantado. Le faltaba la energía para aprovecharse de la fortuna más favorable que parecía estar á su alcance. Repitió la palabra. ¡Solo, Ester! no irás solo, respondió Ester con profundo acento.

No le fue mal con ellos: el estómago se le entonó, comió con más apetito, y al cabo pudo volver a la vida ordinaria, aunque resentido y quebrantado. En esta época había dado paz temporalmente a las musas, y descendió a escribir en prosa, no vil, sino poética y ensortijada como ninguna.