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Si alguna vez ha podido decirse con razón que la lucha de la independencia fue una guerra civil, es refiriéndose a Venezuela y Colombia. De llaneros se componían las hordas de Boves y Morales, así como las de Péez y Saraza. El empuje es igual, idéntica la resistencia.

La cortesanía del gobernador de Madrid, señor Moreno Benítez, proporcionóles horas después mejor alojamiento en el Gobierno civil; mas fuese pérfida intriga de los amigos o cruel ensañamiento de los contrarios, es lo cierto que los tres compadres, Jacobo, Butrón y Pulido, quedaron presos en el Saladero, pasando entre temores y sobresaltos todo el día 29 y también el 30, hasta que en la madrugada de este, muy cerca ya del alba, abriéronse ante ellos las puertas de su prisión, para cerrarse ante sus ojos la puerta de sus esperanzas... A las nueve y cuarto de aquella misma noche, hundido para siempre el Gobierno de la Revolución, había quedado investido de todos los poderes el capitán general de Madrid, don Fernando Primo de Rivera, y puestos al punto en libertad los prohombres alfonsinos detenidos en el Gobierno civil, apresurándose a nombrar un ministerio-regencia, del cual formaban parte el Gallego y el Laguna, quedando excluidos, por supuesto, el joven Telémaco y el respetable Mentor .

A los individuos de Orden Público o de la Guardia Civil que iba encontrando, les miraba ya como subalternos, y por poco les manda prender a su tía y a Torquemada. En el café, aquella noche, hubo la gran escena. Al principio no dijo nada, esperando dar la sorpresa de sopetón; pero sus amigos conocieron que no era el mismo hombre.

Pero, aunque el Estado quiera tener esta prioridad, lo cierto es que su bautismo civil es una pobre imitación, sin gracia ni belleza, del primitivo y legítimo que Bautista inició en las orillas del Jordán, adonde buena falta haría llevar los registros, los libros y todas las cuentas del Estado.

Las fachadas de las grandes casas parecían alegrarse abriendo de golpe sus puertas y balcones. La fuerza armada extendíase por toda la ciudad. La luz de los faroles hacía brillar los cascos de los jinetes, las bayonetas de los infantes, los tricornios charolados de la guardia civil.

Nada, nada, señores, ya lo oyen ustedes dijo el Provisor en voz alta, para que se enterasen todos los presentes y no le aburrieran más en las oficinas del gobierno civil dicen que se resolverán los expedientes uno a uno, porque no hay criterio general aplicable, es decir, que no se resolverán nunca los expedientes dichosos....

Capitana Loleng se santiguó, miró inquieta hácia las piedras temiendo verlas convertidas en brasas; capitan Toringoy se quitó el anillo que había venido de Simoun. Simoun ha desaparecido sin dejar huellas, añadió Chichoy; La Guardia Civil le busca. ¡! dijo Sensia; ¡que busquen al demonio! Y se santiguó.

Se sentía fuerte y con voluntad de obrar; impulsábalo a ello un instinto ciego, indefinido, y obedecía a él; era el comandante de campaña, el gaucho malo, enemigo de la justicia civil, del orden civil, del hombre decente, del sabio, del frac, de la ciudad, en una palabra. La destrucción de todo esto le estaba encomendada de lo alto, y no podía abandonar su misión.

A los dos días de esto, llegó al pueblo una pareja de la guardia civil y una requisitoria del juez del partido preguntando por él.

Al lado del joven daba salida el albañil a su lenta verbosidad, con voz bronca y monótona. No podía hablar con los compañeros de trabajo; estaba en desacuerdo con ellos; le insultaban por reaccionario, por borrego, echándole en cara sus tiempos de guardia civil.