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Selivestroff murió sonriendo entre los brazos de su amante, buscando por última vez con su boca sanguinolenta aquellas manos de nácar delicadas y fuertes.

Unas veces eran seres; otras eran cosas; otras, conceptos e ideas; otras sensaciones de los sentidos; otras, delicadas emociones. Tal vez se producían resultados que, para un espíritu superficial, pudieran parecer cómicos; pero, en el fondo, todo era muy serio.

Representaba más de veinte y menos de veinticinco años: tenía la mirada inteligente y expresiva, las facciones delicadas, el andar airoso y el cuerpo bien formado; pero su principal encanto estaba en la conversación, en el lenguaje, y no sólo en lo que decía sino en el modo de decirlo, porque además de gran claridad de entendimiento y mucho ingenio, descubrían sus palabras superior bondad de alma y sinceridad extraordinaria.

Así, pues, vimos á Priessnitz , después de las bacanales de la Restauración, imponer á la alta aristocracia de Europa la más ruda penitencia, alimentarla con el pan de los campesinos, tener en pleno invierno á las más delicadas señoras bajo las cascadas de agua de nieve, en medio de los pinares del Norte, en un infierno de frío que, por reacción, truécase en uno de fuego.

Y yo siento, al llegar aquí, el tener que dolerme de que las palabras a veces sean demasiado grandes para expresar cosas pequeñas; hay ya en la vida sensaciones delicadas que no pueden ser expresadas con los vocablos corrientes.

Lo que te puedo asegurar es que un día fui al salón del Conservatorio a oír los cuartetos y me gustó tanto, que estaba embelesada... Aquello era un coro de serafines con guante blanco. ¡Qué sensaciones tan delicadas! Yo me remontaba a un cielo que también era salón. ISIDORA. Te diré... Oyendo aquella música, yo me olvidaba de todo y bendecía a Dios, que no me ha hecho vulgo... Vamos a otra cosa.

Y es que hay cosas de que es imposible formarse idea clara y exacta sin tenerlas delante; y las hay en gran número, y sumamente delicadas, imperceptibles por separado y cuyo conjunto forma lo que llamamos la fisonomía. ¿Cómo explicaréis la diferencia de dos personas muy semejantes?

Seguía D. Jaime observando siempre la misma conducta respecto a doña Luz. Sus atenciones no podían ser más delicadas ni más respetuosos sus requiebros. En alguna ocasión creyó advertir doña Luz que D. Jaime se animaba demasiado, pero el orgullo de ella acudía al punto a refrenar la lengua del galanteador, para lo cual bastaba un leve gesto de impaciencia o de disgusto o una mirada severa.

Carlos besaba el rizo de oro igual a los suyos, y contemplaba gravemente las facciones finas y delicadas de la que él llamaba su «mamaíta» con un dejo de protección varonil que se desarrollaba con la edad, como si adivinase en ella un ser débil y tímido a quien consolar y defender.

Un rayo de sol vergonzante rompía las pardas nubes, y recortaba sobre el fondo obscuro la cabeza linfática, rubia, la tez pecosa, las facciones delicadas, pero no exentas de rasgos característicos, del mancebo.