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Desde las seis comenzaron á llegar las compañías y los escuadrones, que habían de participar de tan agradable fiesta. Todos venían en traje de guarnición, con guante blanco, y formados correctamente.

Dicho esto, recibió respetuosamente el guante que le tendía la baronesa y lo aseguró en su gorra, con el mismo broche de oro que sostenía la ondulante pluma. Despidióse después afectuosamente de la dama anegada en lágrimas y poniendo su caballo al trote, seguido de los escuderos, tomó el camino del bosque.

¡Vamos, vamos, Kimble; no os apresuréis tanto! dijo el squire . Dejad a los jóvenes las oportunidades de triunfar. Aquí está mi hijo Godfrey que os arrojará el guante si os apoderáis de la señorita Nancy.

Entre aspirar aquellas que le parecían suavísimas emanaciones y hacer esfuerzos por ajustarle el guante, lo menos tardó diez minutos en meter los catorce botones por sus correspondientes ojales; hecho lo cual se dejó caer sudoroso sobre la silla, diciendo: ¡Qué trabajos! A lo que ella repuso: Para otras fatigas tendrá usted más habilidad.

Era su historia una ristra de hazañas más o menos honrosas; pero, lleno de altiva indolencia, no buscó nunca salir de la clase de soldado, calzando a la vejez el guante escuderil y acogiéndose a la tarea tranquila de acompañar por las calles a las señoras de la nobleza.

El episodio del guante fue prólogo de otros conmovedores sucesos. Al día siguiente la corista tuvo que ponerse, por razón de una de las obras en que cantaba, el más caprichoso traje que imaginarse puede.

La mano va cubierta de un guante cuya rigidez acusa el relieve de algo duro y mecánico. La otra mano se apoya en un garrote, y una pipa humea en su boca. Sobre sus bocamangas casi se confunde con el color de la tela un breve y único galón de oficial. Diez meses y veinte días dice Toledo que Su Alteza salió de aquí... ¡Qué de cosas han ocurrido!

Currita recogió, en efecto, el guante, y puesta en guardia al punto, manifestó su asombro con ingenua sencillez de cándida tortolilla. ¿De veras?... ¡Cuánto me alegro!... Supongo que habrá convidado a las novicias del Sagrado Corazón...

Antes que ella quisiera, Ana sintió sus dedos entre los del enemigo tentador... debajo de la piel fina del guante la sensación fue más suave, más corrosiva. Ana la sintió llegar como una corriente fría y vibrante a sus entrañas, más abajo del pecho. Le zumbaron los oídos, el baile se transformó de repente para ella en una fiesta nueva, desconocida, de irresistible belleza, de diabólica seducción.

De día, bandadas de petimetres de guante amarillo y bota de charol, hormigueaban en la playa. Han visto á alguna persona que estaba sola. ¿Sola? ¿Por qué lo está? Y empiezan los cuchicheos. Acércanse y tratan de entablar conversación por medio del niño, al cual regalan algunas conchas. En una palabra, la señora, sin saber qué hacer, importunada, permanece en casa ó sólo sale de mañanita.