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Era su historia una ristra de hazañas más o menos honrosas; pero, lleno de altiva indolencia, no buscó nunca salir de la clase de soldado, calzando a la vejez el guante escuderil y acogiéndose a la tarea tranquila de acompañar por las calles a las señoras de la nobleza.

Mas, viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recebir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería.

-Deténgome -dijo don Quijote- porque no me es lícito poner mano a la espada contra gente escuderil; pero llamadme aquí a mi escudero Sancho, que a él toca y atañe esta defensa y venganza.

Este acero decía señalando su fina espada escuderil es doncel, no sabe lo que es hundirse en la carne hasta el recazo; pero aquéste agregaba, descolgando con un gesto de amor su joyosa de antiguo soldado ha sacado más sangre que un barbero y más almas que una monja. ¡Con él he hurgado las tripas a más de un valentón, descalabrado a más de un rival y cortado a cercén, bonitamente, no cuánta gola turquesca!

Bien haya tal señor y tal criado: el uno, por norte de la andante caballería; y el otro, por estrella de la escuderil fidelidad. Levantaos, Sancho amigo, que yo satisfaré vuestras cortesías con hacer que el duque mi señor, lo más presto que pudiere, os cumpla la merced prometida del gobierno.

Y, cuando se cumpliere el escuderil vápulo, la blanca paloma se verá libre de los pestíferos girifaltes que la persiguen, y en brazos de su querido arrullador; que así está ordenado por el sabio Merlín, protoencantador de los encantadores.

Estos y otros iguales pensamientos, ni más lisonjeros ni menos recelosos, pasaban por la mente del caballero mancebo, durante el coloquio de Cigarral, lo cual leído por la sagacidad escuderil de éste, sin más tardar le habló a su amo de esta manera: Por cierto, señor, que muy mucho agraviáis mi alta capacidad, y en bien poco tenéis mi ingenioso magín, si así os inquietáis por tan poca cosa; dejad penas y sabed que en manos está el son que sabrán a buen tiempo coger el compás.

Y vos cuidaréis también de su escarcela, porque mi querido barón es tan generoso que probablemente la vaciaría en manos del primer desdichado que le diera lástima. No sería la primera vez. Muchos detalles del servicio escuderil os son desconocidos, naturalmente, pero como decís vos mismo, no tardaréis en aprenderlos y creo que seréis el mejor escudero de cuantos hasta ahora ha tenido mi hijo.