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El desgraciado joven se dejó caer en un banco que en el recibimiento había, el cual semejaba banco de iglesia, y allí se transformó la máscara insana de su rostro, pasando de la furia a la consternación. «Garantíceme usted... pues... que mi honor está... lo que llaman intacto... y yo me tranquilizaré». «¡Tu honor! ¿Pero quién diablos se ha metido con él?

Este deseo de vida popular transformó repentinamente sus ademanes y su lenguaje. ¡Dinero cochino!... ¡dinero indecente! El tiene la culpa de todo lo que nos pasa. Por él te vas y me quedo yo muerta de pena. ¡Pero Señor! ¿no podría ser ese dinero canalla como el sol, como el aire, que es de todos y para todos?

Después hizo lo posible por olvidar aquellos sucesos en el bullicio de la vida madrileña; pero no lo consiguió en muchos días. Al cabo de algún tiempo, sin embargo, el recuerdo punzante de sus amores idílicos se fue suavizando, haciéndose más dulce y melancólico; se transformó en un sueño poético, que solía acariciarle en los instantes de mal humor.

Pero de todas las mejoras de ropa que publicaban en los círculos políticos y en las calles de Madrid el cambio de instituciones, ninguna tan digna de pasar a la historia como el estreno de levita de paño fino que transformó a don Basilio Andrés de la Caña a los seis días de colocado.

Con lentitud; pero con invencible fuerza, trabaja como el viento, las nieves, las lluvias y las corrientes de agua en la renovación de la superficie del planeta. Por donde quiera que han pasado los ventisqueros, durante alguna de las edades de la tierra, transformó su acción el aspecto del paisaje.

Pero éstas no volvían tan rápidamente como era de desear, dado que los cogollos y gusanos de tacuara son tardos fortificantes. Y durante veinte horas la lluvia transformó al Paraná en aceite blanco, y al Paranaí en furiosa avenida. Todo imposible. Podeley se incorporó de pronto chorreando agua, apoyándose en el revólver para levantarse, y apuntó. Volaba de fiebre. ¡Pasá, añá!...

Estaba ahí sentado, donde estás. Al principio me oía irónicamente, con aquella sonrisa dolorosa que le caracteriza; pero cuando le conté lo que te voy a contar a ti, se transformó. Lloraba como un chico. No creía que tuviera el corazón tan blando. Yo mismo me conmoví. ¿Y a qué se refiere lo que me va usted a contar? Se refiere al padre y a la madre de Machín. ¿Los ha conocido usted? .

FERRANDO. Más de una vez. GUZMÁN. ¿A la gitana? FERRANDO. ¡No, qué disparate; no...! Al alma de la gitana; unas veces bajo la figura de un cuervo negro; de noche regularmente en búho. Ultimamente, noches pasadas, se transformó en lechuza. GUZMÁN. ¡Cáspita! JIMENO. Adelante.

Turbaba con su pasión al músico y se sentía a su vez conmovida y transfigurada por el ambiente de fervor artístico que rodeaba al ilustre discípulo de Wagner. Las revelaciones de él, del Maestro, como decía con unción Hans Keller, fulguraban ante los ojos de la cantante, como el relámpago que transformó a Pablo en el camino de Damasco. Ahora veía claro.

En suma, don Jacinto se casó con la marquesita y de pobre hidalgo que era se transformó en rico señor titulado; pero en cierto modo pudo seguir llamándose pobre de espíritu, porque poseyó la riqueza como si no la poseyese; cuidó de los bienes cuantiosos de su mujer, más como celoso administrador que como propietario y dueño de ellos; y a su muerte, que no fue tardía, porque murió a los trece años después de la boda, había acrecentado de tal manera el caudal de la casa con su tino y su economía, que de la parte de gananciales que a él tocaba pudo dejar y dejó cerca de tres mil ducados de renta a cada uno de sus cuatro hijos.