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¡Juan! murmuró Lucía, poniéndose más blanca que las camelias. ¿Juan Jerez? dijo Sol alegrándosele el rostro, y acabando apresuradamente de sujetarse las trenzas. Lucía, en pie y ceñuda, y con los ojos puestos sobre Sol, a quien turbaba aquel silencio, aguardó apoyada en la silla de hierro, a Juan que, reparando apenas en Sol, venía hacía su prima con las manos tendidas.

Ya puede V. imaginarse que yo iba gozando como los ángeles en el paraíso, y pendiente de los labios de aquella niña, que al referirme todas las nonadas infantiles de su vida, parecía infundir en mi alma encantada la ciencia de la dicha. Sin embargo, no podía desechar cierta vaga inquietud que turbaba mi alegría.

El Azul de la Virgen mostrábase indignado por este incidente que turbaba la calma del claustro y la beatitud de sus digestiones de servidor de la iglesia feliz y bien cebado. Era una vergüenza que aquel zapaterín se hubiese aposentado en las Claverías con su pobreza y todo el rebaño de hijos tiñosos y miserables.

La diferencia radical entre el ambiente casi monástico del escritorio, con sus empleados silenciosos, encorvados junto a las imágenes de los santos, y aquel grupo que rodeaba a Salvatierra de veteranos de la revolución romántica y jóvenes combatientes de la conquista del pan, turbaba al joven Montenegro.

Más de una vez he notado que el pacífico pescador no agradecía mi presencia que turbaba sus ritos casi religiosos; no volviendo hacia la cabeza ni haciendo un gesto de impaciencia, he comprendido no obstante, su hostilidad, y, temeroso de excitar su ira, he pasado por detrás de él, marchando sobre la hierba y conteniendo hasta el aliento.

Un ligero rumor semejante al aleteo de dos moscas turbaba el profundo silencio de la casa. El diputado miró al único balcón que estaba entreabierto. Su madre y don Andrés hablaban en el comedor: se ocuparían de él como siempre. Y cual si temiera ser llamado, perdiendo en un instante el bienestar de la soledad, abandonó el patio, saliendo a la calle. Las dos de la tarde.

Se apresuró a salir del Retiro y tomó un coche para dirigirse a su casa. Durante el camino fueron en aumento los escalofríos; la vista se le turbaba; creyó no poder llegar sin desmayarse. Al fin pudo subir la escalera y meterse en la cama. Poco después se le declaró una fuerte calentura. Pues yo sostengo que lo que ha hecho mi yerno esta mañana es un acto inmoral.

La empresa se había llevado a cabo con felicidad. No le restaba más que dormir tranquilo sobre su triunfo. Sin embargo, no era así. Apesar de su figura robusta y gallarda, poseía el conde un sistema nervioso excesivamente impresionable. La más ligera emoción turbaba su espíritu, le inquietaba hasta un grado indecible. Tal exquisita sensibilidad le venía por herencia y también por educación.

Mudo testigo que recuerdas hechos y edades pasadas ¡Cuántos lances has mezclado en tus murmullos! ¡Cómo han corrido mis pensamientos tras de tus ondas! Aquí me tienes otra vez, fuente deliciosa. Yo soy aquél que en otro tiempo turbaba tu tranquilidad, con regocijo infantil. Yo soy quien a la sombra de los árboles que te rodean, soñé con la gloria cuya senda veo hoy oculta por negros nubarrones.

Esta tarde caminaba al azar, y no cómo ha sido, he sentido un peso que me oprimía, una nube que turbaba mi vista, un fuego que recorría toda mi sangre, y me he sentado. Un instante después he levantado la vista y he reconocido en la casa que tenía enfrente la mansión de Eulalia. En su habitación había luz. Eulalia ha llegado y se ha detenido detrás del balcón en una contemplación silenciosa.