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¡Misericordia! exclamó el pobre Papa alzando los ojos. ¿Es que se ha vuelto loca? ¡Pero, si se va a matar! ¿Quieres bajarte, desventurada?... ¡Cáspita! Lo que es ella no hubiera deseado otra cosa sino bajarse... Pero, ¿por dónde?

FERRANDO. Más de una vez. GUZMÁN. ¿A la gitana? FERRANDO. ¡No, qué disparate; no...! Al alma de la gitana; unas veces bajo la figura de un cuervo negro; de noche regularmente en búho. Ultimamente, noches pasadas, se transformó en lechuza. GUZMÁN. ¡Cáspita! JIMENO. Adelante.

En nada contestaba Lucía apelando al expediente más vulgar y siempre más socorrido. Pues parece a veces que estás tristona, monísima... y no de qué; porque estás precisamente en lo más bonito de la luna de miel... ¡Cáspita! ¡Quién como ! Miranda es muy agradable; tiene tan buen trato, se presenta tan bien.... Eso , muy bien repitió como un eco Lucía.

Y parisiense, respondí ¿Sabes quién es? Cáspita, es mi mejor amigo Tráemele bromeas. Si Tragomer te gusta, espera que yo me vaya." Jenny me llamó tonto. Yo no podía contarle que si no quería ser visto con ella era porque me iba á casar y salí del paso fingiendo una escena de celos.

¡Cáspita!, de la epidermis ajena a la propia.... Con todo, no seamos escépticos, hombre. Allí tiene usted a aquel otro... al del bigote negro... el que está a la izquierda del Patriarca.

Debió ser a mediodía; , señor, en pleno mediodía... Pero, ¡cáspita! con la bruma de mar, ese pleno mediodía no era más claro que una noche obscura como boca de lobo... Un aduanero de la costa me refirió que aquel día, habiendo salido de su caseta para sujetar los postigos, próximamente a las once y media, una racha de viento le llevó la gorra, y exponiéndose a ser llevado él mismo por la resaca, empezó a correr tras de aquélla a cuatro patas, a lo largo de la playa.

Cuando el furor de la especulación interviene, nunca se está seguro de la solidez de una casa bancaria. En todo caso, hay que tener prudencia, y yo no tengo tanta confianza como usted. eres juicioso y de buen consejo, lo ; es una excelente cosa; pero ¡cáspita, no hay que exagerar! Bueno, volvamos a tu idea; no la encuentro mala.

El pinche se paró de golpe en la acera, abrió tamaños ojos, miró a las dos hermanas con aire de asombro y les lanzó valientemente al rostro esta simple palabra: ¡Cáspita!

¡Cáspita! dijo Rafael , ¡qué trozo de elocuencia! Tía está inspirada, iluminada; votaré por su candidatura a diputado a Cortes. Tampoco vayáis continuó la marquesa a introducir el espantoso suicidio, que no se ha conocido por acá, hasta ahora, que han logrado entibiar, sino desterrar la religión. Nada de esas cosas nos pegan a nosotros.

Ese no es mi lugar. Entonces me miró muy azorado, y dijo meneando la cabeza: ¡Cáspita! La chiquilla es mordaz. Yo iba a replicar, pero papá entró. En la mesa no los perdí de vista, pero nada sospechoso hubo que observar; apenas si cambiaron algunas miradas.