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¿No oyes? dijo la Nela de improviso, demostrando interés por cosa muy distinta de lo que su amigo decía. ¿Qué? Aquí dentro.... ¡La Trascava!... está hablando. ¡Supersticiosa! El agua no habla, querida Nela. ¿Qué lenguaje ha de saber un chorro de agua? Sólo hay dos cosas que hablan, chiquilla mía; esas dos cosas son la lengua y la conciencia.

MÁXIMO. ¿La visión de tu madre? Chiquilla, eso no es propio de un espíritu fuerte. Aprende a dominar tu imaginación... Ea, a trabajar. El ocio es el primer perturbador de nuestra mente. Sigo lo que me habías encargado.

La joven inclina su cabeza sobre el pecho de Juan, le echa los brazos al cuello y llora. Al día siguiente dice Gertrudis: Ayer me porté como una chiquilla, Juan, y creo que, a poco más, caigo al agua. Ya habías perdido el equilibrio dice él. Y se estremece al recordar el terrible instante. Una sonrisa sentimental pasa por los labios de Gertrudis.

Volvió la cabeza y vio allá en un rincón a Josefina de rodillas y amarrada codo con codo al tocador, de tal suerte que le sería imposible levantarse sin alzar el pesado mueble, cosa muy superior a sus fuerzas. Amalia se apresuró a dar una explicación. Esta chiquilla se está haciendo tan mala, que me veo precisada a atarla para que se esté quieta.

Chiquilla, con las fechas no se juega. El tiempo es implacable... Papá me ha hablado seriamente el otro día. Hemos hecho un balance. Le he descubierto todos mis líos; se ha incomodado, y por fin hemos resuelto que no tengo más remedio que irme a la Habana. ISIDORA. ¡A la Habana! JOAQUÍN. , con un destino en la Aduana, un gran destino. Es el único remedio.

Al decir esto, la Nela revolvía sus ojos con desvarío en derredor de ... Observándose a misma de la manera vaga que podía hacerlo, pensó de este modo: A me pasa algo. ¿Qué tienes, Nela?, ¿qué te pasa, chiquilla? le dijo la Señana, notando que la muchacha miraba con atónitos ojos a un punto fijo del espacio . ¿Estás viendo visiones, marmota?

Sarto llamó y vimos acercarse a una chiquilla de trece o catorce años. La suerte nos favorecía. Mi padre ha ido a ver al Rey, señor oficial dijo. Pues para eso mejor hubiera hecho en quedarse aquí me dijo Sarto con sorna y a media voz. Pero me encargó que no abriese la puerta. ¿, eh? dijo Sarto desmontando. Pues dame la llave. La mozuela tenía la llave en la mano. Sarto le dio una moneda de oro.

Á pesar de la predilección que sentía por aquella chiquilla, no pudo menos de reconocer que la pregunta era atrevida é indiscreta. ¡Pchs! Negocios... negocios de hombres murmuró sordamente. Anda, á decir en la cocina que me hagan el chocolate.

A ti, chiquilla, no te quiere ni pizca... lo que se llama querer cuando se trata de otra clase de madres. En fin, que te necesita para pantalla de sus incurables vanidades; y, como cosa suya, cuanto más hermosa sea la pantalla, mayor es su deseo de lucirla. Si fueras fea y tonta, antes se retiraría ella del mundo que presentarse contigo en él.

EL GRUESO ROMANO. Yo me he reído ya bastante. Ahora les toca a los demás. ¡, Pablo, anda! ¡Qué monstruo! ¿No ves que la mía está durmiendo aún? Mira, allí, al lado de la piedra; es mi bonísima chiquilla. ESCIPIÓN. De nuestra actitud indecisa e inquieta infiero, señores romanos, que ninguno de vosotros se atreve a acercarse solo a esas criaturas implacables. Voy a proponeros un plan...