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Volvió por segunda vez a entrar a matar; la espada quedó en el mismo sitio, y el toro, al moverse tras la muleta, la despidió de la herida, arrojándola a alguna distancia. Entonces, tomando de manos de Garabato un estoque nuevo, volvió hacia la fiera, que le aguardaba aplomada sobre sus patas, con el cuello chorreando sangre y el hocico baboso casi tocando la arena.

Al fin, por uno de los cuatro escotillones que daban salida á los caminos en rampa arrollados en torno á las patas de la mesa, vió aparecer al mismo hombrecillo que le había hablado horas antes. Llegaba con el rostro oculto por sus tocas, y sin esperar á que Gillespie le preguntase, explicó á gritos la larga ausencia de Flimnap.

Eso es; además, y para que no te equivoques, ten presente que la perdiz estará adornada con berros, y que tendrá todas las patas y el pico. No se me escapará. Veremos si eres hombre de ingenio. Descuida. Procura que sea de los primeros platos. Ya... Después... Inesilla te quiero mucho, y la señora Luisa quiere mucho también á don Juan de Guzmán... el viejo es rico y puede morir...

Póngame a los hombres en cuatro patas, o hágamelos usted paralíticos, como los árboles; ya no hay drama. ¿Es esto claro?

La trompa hizo oír a lo lejos su queja melancólica como un débil suspiro... De repente atravesó la calle y se deslizó entre las patas de los caballos un grueso reptil de larga cola y los dos caballos, asustados, hicieron una huida. Carlos permaneció firme en la silla, pero Eva fue arrancada violentamente de la suya y cayó al suelo, felizmente algodonado de musgo.

Algunos sillones de espaldar ovalado, y un antiguo canapé de delgadas patas, completaban la decoración de esta pieza, en que todo acusaba una rígida limpieza, y en que se respiraba un olor concentrado á lirio, rapé de España, y vagos aromas.

Entonces, los perros negros de Tartaria arrojábansele sobre el vientre, y, con las patas entre sangre, y con los afilados colmillos le iban descubriendo las entrañas.

Una preciosa liebre, sorprendida en su ingénita actividad, sentose sobre las patas traseras, rebullendo entre los helechos del borde del camino, mientras desfilaba la comitiva.

Pues yo soy otro; anch'io... so pittore. Sólo que eres un ateo progresista, un ateo fanático, un teólogo patas arriba.... pasas la vida mirando al cielo... pero lo miras cabeza abajo y por debajo de tus piernas.

Había en las filas renacuajos de dos pies de alto, con las patas en curva y la cara mocosa, que blasfemaban como carreteros; había quien, mudando los dientes, escupía por el colmillo; había quien llevaba una colilla de cigarro detrás de la oreja y una caja de fósforos en un hueco, que no bolsillo, de la ropa.