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El primer parisiense que tuvo el honor y el placer de rendir homenaje a la belleza de madama Scott y miss Percival, fue un pequeño pinche de quince años que se encontraba allí, vestido de blanco, con su canasta de mimbres en la cabeza, en momentos en que el cochero de madama Scott, molestado por tanto carruaje, salía con dificultad del patio de la estación.

Cuando éste comía en casa, era sabido que habría gran calor en la mesa, mucho ruido, gritos desaforados: el dueño de la fonda, el cocinero y el pinche, cuando la algazara subía de punto, asomaban disimuladamente las narices por la puerta un poco asustados; mas al instante se tranquilizaban oyendo palabras que no comprendían, y se retiraban de nuevo a la cocina.

Aceptó la oferta de buen grado don Simón; y como el otro no era tonto, ayudado de su interés particular, ya que no de sus inclinaciones naturales, que eran bien opuestas al comercio, hízose en poco tiempo un pinche de primera fuerza, y llegó a ser un comerciante en toda regla.

Al remover los pedruscos se encontraron varios cadáveres: hombres desfigurados, con las piernas rotas y el cráneo aplastado; un pinche casi intacto, con la cara sonriente, conservando aún en su mano un tanque de agua. Eran los que se hallaban fuera del socavón en el instante del desprendimiento.

Funcionaron las bombas oportunamente, se echaron las culpas sobre un pinche de cocina y se dieron excusas al venerable Gu-Ly. »¿Encuentra usted el relato un poco largo? ¡Paciencia! todo se andará. El mandarín quiso devolverle su fineza y le invitó para el día siguiente a uno de esos banquetes en que triunfa la prodigalidad china. Nosotros somos unos pobres señores comparados con esos originales.

El caso es, a la presente, que Leto llevaba de calle al Ayudante; que el Ayudante se picaba; que Leto se defendía a su manera; que el fiscal y sus colaterales les embrollaban el pleito para enzarzarlos más en él; que el pinche dio una vuelta a los tornillos de los reverberos, porque ya no se veía lo necesario para jugar la última mesa comenzada del último partido; y que en este estado de cosas se marcharon los dos amigos de Maravillas; se sentó éste junto al velador más próximo al billar por el lado de cabaña, y «variando de conversación», preguntó el fiscal al mozo farmacéutico que engredaba la suela de su taco en aquel instante, después de haberse limpiado el sudor de la frente con una manga de su camisa, si había ido a visitar al Macedonio.

Friolera es si he estado, replicó Cacambo; he sido pinche en el colegio de la Asuncion, y conozco el gobierno de los padres lo mismo que las calles de Cadiz. Es un portento el tal gobierno. Ya tiene mas de trescientas leguas de diámetro, y se divide en treinta provincias. Los padres son dueños de todo, y los pueblos no tienen nada: es la obra maestra de la razon y la justicia.

Poco a poco pasó del estado de tolerancia al de protección: primero se rebajó hasta dar algunos consejos a la montañesa, después le dio un pellizco. Se animó aquello. Colás, ponte a la disposición de esas señoras dijo Pedro con voz solemne. Porque el mandato de la Marquesa no había bastado; el pinche obedecía a Pedro y Pedro a su deber.

En el mismo Convent-Garden recordaba con envidia los tinglados de volatines del Juego de pelota, y daba todos los primores artísticos ó industriales que se le pusieran delante, por el sublime placer de pegar una soba á Capa-rota, ó un par de escobazos en la cara al pinche de la taberna del Tío Pío cuando la sacase por el ventanillo, á las altas horas de la noche, para responder á la voz traidora que desde la calle le había pedido medio de anisete.

Por último, ¿mi tío no volverá probablemente? dijo el joven. No volverá, caballero dijo otro de los oficiales , porque me han encargado que sirva la cena de su majestad. ¿Y dónde vive el duque de Lerma? ¡Toma! exclamó un pinche como escandalizado . En su casa; es menester venir de las Indias para no saber dónde vive el duque.