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No pude pensar más. Me sentí sacudido violentamente de los pies á la cabeza por el brutal arranque del automóvil; me creí arrojado á lo alto, como si el carruaje, después de rodar sobre la tierra unos momentos, se elevase á través de la atmósfera. Perdí desde este momento la normalidad de mis sentidos, para no recobrarla hasta el día siguiente.

Encabezando el grupo, iba la misma dignidad que ya hemos visto al lado del lecho mortuorio, con su uniforme carnavalesco de colorinches y su impasible cara de foca. Mientras depositaban el cajón en la bóveda de la familia, yo me perdí en las calles del cementerio. ¡Cuánta vana pompa! Cómo podía medirse allí, junto con los mamarrachos de la marmolería criolla, la imbecilidad y la soberbia humanas.

El caso es dar con la mujer, con el ave fénix murmuró Miranda meditabundo . No, lo que es niñas casaderas no faltan; pero yo ahora perdí el rumbo aquí.... Dime .... ¡Niñas de aquí! ¡Líbrete de ellas Dios! Más temibles son que el cólera. ¿Sabes las exigencias que tiene cualquiera de esos angelitos? ¿Sabes cómo las gastan?... De modo que.... La mujer que necesitas está en León mismo.

Cuando perdí la senda Que á me conducia, Yo nube sombría Turbar su claridad; Pero brilló risueña Cuando te hallé amorosa, Y en tu cabeza hermosa Vertió su claridad. Cuando al cruzar los mares Se ha entristecido mi alma, Me ha inoculado calma Su rayo celestial; Y si las tempestades Mi nave han combatido, Al punto se ha encendido Cual místico fanal.

Y un día, vendrá así la mujer a quien perdí; en su inocencia, me pedirá perdón, y yo le diré: «Levántate, mujer. eres quien debe perdonarme. Heme aquí a tus plantasAsí pensaba yo entonces..., y luego..., muchos años. Y he llevado siempre conmigo la imagen de la mujer, la imagen anterior a su desdicha y a la mía; y no pudiendo hacerla mi amada, hice de ella mi hermana.

Esta especie de confidencias íntimas empiezan de esta manera: «Durante los primeros años de mi juventud, empecé a escribir un diario exacto de cuanto me ocurrió a , o en torno mío, con todas aquellas reflexiones que los diversos acontecimientos de mi vida me sugirieren. Después de largo tiempo, perdí esta costumbre, y quemé los apuntes que tenía hechos.

A esta pregunta creo sin duda, que perdí la color del rostro, porque en un instante imaginé y dixe entre : si es este alguno de los poetas que puse, ó dexé de poner en mi Viage, y viene ahora á darme el pago que él se imagina se me debe? Pero sacando fuerzas de flaqueza, le respondí: yo, señor, soy el mesmo que vm. dice: qué es lo que se me manda?

Desapareció la silueta de Henzar y la puerta que se cerraba tras él. Antonieta y Miguel quedaron solos y noté con pesar que el último cerraba la ventana. Todavía los vi hablar unos momentos, Antonieta movió la cabeza negativamente y el Duque se apartó de ella con ademán impaciente. Perdí de vista a la dama, volví a oír la puerta que le daba paso y el Duque cerró las persianas.

402 Gracias le doy a la virgen, gracias le doy al Señor, porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto, no perdí mi amor al canto ni mi voz como cantor. 403 Que cante todo viviente otorgó el Eterno Padre; cante todo el que le cuadre como lo hacemos los dos pues sólo no tiene voz el ser que no tiene sangre.

Te diré... Yo misma conozco que soy otra, porque cuando perdí la idea que me hacía ser señora, me dio tal rabia, que dije: «Ya no necesito para nada la dignidad, ni la vergüenza». ¿ te enteras?... Por una idea se hace una persona decente, y por otra roía idea se encanalla.