United States or Saint Lucia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Muchas veces el cielo gris permite ver perfectamente a lo lejos; hay una claridad difusa, que parece no venir del cielo entoldado, sino del mar blanquecino y turbio; las olas, de un color de arcilla, llegan con meandros dislocados de espuma a dejar en la playa una curva plateada, y la resaca hace hervir la arena al contacto del mar.

Más allá, las calles tortuosas empezaban a empinarse hacia la cumbre, ocupada por la catedral y el castillo: pavimentos de piedra azul, por cuyo centro corrían en pendiente las inmundicias; fachadas de nítida blancura, marcando borrosamente bajo su enjalbegado escudos nobiliarios y la labor de antiguos ventanales; un silencio de cementerio a orillas del mar, interrumpido solamente por el lejano rumor de la resaca y el zumbido de las moscas amontonándose en el arroyo.

Notó entonces este que había olvidado el pañuelo allá arriba, en el sitio del combate, y volvió corriendo en su busca; el niño, mientras tanto, desasosegado y sin tino, sintiendo tras aquella conmoción tan ruda la natural congoja del vómito, inclinóse demasiado sobre la roca y cayó rodando hasta el mar... Una ola inmensa que reventaba en aquel momento en la playa asióle con sus mil garras de espuma, y en su tremenda resaca arrebatólo hacia dentro.

Pondré cuanto esté en mi mano por evitarlo. ¿Podremos llegar a tierra, tío? Tengo miedo dijo Cornelio. Has demostrado demasiado valor para tu edad, pobre muchacho; pero esta es la última prueba. Si estamos cerca de la costa, espero que podamos llegar a ella. ¿La ves, Cornelio? No; pero me parece sentir el ruido de la resaca. ¿Habrá escollos por aquí?

Hervía á borbollones el agua de la laguna con los ríos de azufre y betún derretidos que bajaban del volcán, quedando cocido todo el pescado de ella, el cual fué arrojado después á la playa por la resaca é inficionó el aire. Los truenos subterráneos y atmosféricos se oyeron en todas las provincias circunvecinas. En Manila se comía con candelas encendidas al medio día.

Un relámpago iluminó el tempestuoso golfo y la línea de escollos en que se estrellaban las olas. ¿Habéis visto? preguntó el piloto. dijo el Capitán, respirando satisfecho . En medio de la escollera he visto el atol rodeado de árboles y he visto también el canal. Gobierna siempre derecho con la proa al Este. ¿Resistirá la chalupa la resaca?

De tiempo en tiempo se detienen, y sobre las olas crestadas de espuma alargan sus varales, y los dientes de bruja que se abren al extremo desaparecen sepultos en el mar. El Caballero pasa por entre aquellas figuras que, asombradas, le reconocen. Son tres mendigos que en las noches de resaca catean por la playa buscando los tesoros de un naufragio.

¡Vamos, muchachos! dijo Van-Stael a sus sobrinos. Embarcaron todos en la otra chalupa, los chinos empuñaron los remos y se dirigieron a tierra. En pocos minutos llegaron a la playa, sorteando las peligrosas escolleras que rodean la costa, contra las cuales se rompe el oleaje con roncos mugidos, produciendo gran resaca. ¡Alto! dijo Van-Stael antes de que la chalupa tocase en la orilla.

Apuntábanse las filas de gemelos a lo largo de la borda, y en el redondel de sus oculares aparecía un amontonamiento de rocas flanqueado por otras sueltas en forma de islotes; pedruscos negros, rugosos, que recordaban la piel de los paquidermos, y en torno de los cuales levantaba la resaca enormes rociadas de espuma. El mar tranquilo alterábase al tropezar con este obstáculo inesperado.

Lo primero que pensó fué buscar una piedra, un árbol, algo donde atar la cuerda del bote, que sostenía con su diestra. Tuvo miedo de que durante la noche la resaca se llevase mar adentro esta embarcación, que representaba su única esperanza. Buscando en la penumbra, dió con un grupo de arbustos vigorosos cuyas ramas llegaban á la altura de su cabeza.