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Un rico como dijo Castro siempre tiene reservas en los Bancos, siempre encuentra quien le preste hasta que lleguen tiempos mejores. Tal vez; pero eso para casi representa la miseria. Mi administrador me ha dicho, al salir de París, que debo limitar mis gastos, vivir con arreglo á mis ingresos actuales. ¿Cuánto tengo?... No lo . El mismo tampoco lo sabe.

Pásmate ahora más: este mozo es farmacéutico; y ¡pásmate más todavía! se llama Leto de nombre y Pérez de apellido; es decir, Leto Pérez, boticario de Villavieja, como le pondrán en los sobres de las cartas. ¿No parece mentira?... También nos acompaña mucho, casi tanto como él, un señor de muy buena sombra, don Claudio Fuertes y León, comandante retirado y administrador y apoderado de papá aquí.

Si ciertas son las ventajas que han de conseguir los favoritos nombrados, como efecto de los prometidos resultados de las comunicaciones que han de abrirse, ¿por que no llevan el mismo concepto en que está el administrador á quien van á despojar, sin embargo de sus méritos y de los adelantos que ha tenido la renta?

Pues ello es así, todos los dejan perderse, pudiendo con su beneficio y venta acrecentar los haberes de la comunidad. Lo mismo sucede con todo lo demás, sin encontrar medio para remediarlo. Para el administrador y los religiosos, que tiene el pueblo obligación de alimentar, hay ocupados dentro del colegio más de 50 personas.

Así que hice esta pregunta, me quedé sorprendido, confuso. ¿Para qué quería yo al administrador? Siga usted adelante, suba usted por aquella escalera, tuerza a la izquierda, siga usted el corredor, tuerza a la derecha, suba otra escalerilla, y allí enfrentito tiene usted su despacho. De todo aquello no me hice cargo sino de que siguiera adelante. Y seguí. Vi una escalera y subí por ella.

En dándole dinero abundante para satisfacerla, ya todo le era igual... Pero vamos al caso: sea Simón lo que fuere y valiendo lo que vale como inteligente administrador, no basta él para lo que hay que hacer aquí; porque ese milagro no ha de hacerse sólo con inteligencia, sino también con buenos puntales y con cierto interés... En una palabra, hija mía: en esta casa se necesita un hombre, rico, muy rico, que reemplace, no a Simón, sino a tu padre, en la dirección de ella... ¿Me comprendes bien?

Y después serían muy amigas, y a paseo irían juntas, y llegarían a burlarse juntas del ridículo señor de las patillas, su deudor y esposo respectivamente... y hasta llegaba a pensar en los cuernos que su señora tía acabaría por ponerle al infiel administrador, ¿con quién?, con el primo Sebastián, por ejemplo.... Y hasta enredaba la madeja en su fantasía de modo que resultaba que ella, Emma, tenía alguna culpa en la desgracia de su tío... y ¿qué?, mejor. ¿No la había él engañado a ella? ¿No la había robado?

D. Acisclo tuvo, pues, por cierto que el contenido de la carta era recomendar a doña Luz con el mayor encarecimiento que hiciese de él su nuevo administrador. Ya sabía D. Acisclo, por boca de D. Gregorio, que los millones de doña Luz estaban en fondos públicos extranjeros, y que ganaban a lo más un seis o un siete por ciento anual. Esto le tenía indignado.

El administrador mostrábase tardo y doliente en sus remesas. Jaime le pedía dinero, y contestaba con cartas quejumbrosas, hablando de intereses que había que satisfacer, de segundas hipotecas para las cuales apenas encontraba prestamistas, de irregularidad de una fortuna en la que no quedaba nada libre de gravamen.

El caballero que alquila un cuarto donde recibir a una casada, puede necesitar la ayuda de otro hombre para mil cosas en que el secreto es necesario, como hablar al administrador, firmar recibo, comprar trastos, pagar cuentas, etc., etc., y puede luego tronar con la conquista y, por último, decir a su complaciente auxiliar que se quede con los muebles, que él no sabe dónde guardar, o acaso se le hayan hecho aborrecibles por el recuerdo de quien se los hizo pagar.