United States or Estonia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Se necesita ser ciego para no ver el poderío de estos monarcas mundiales, cuyos abuelos fueron leñadores, barqueros o míseros prestamistas. Antes, los conductores de pueblos hacían la guerra a su capricho o por desavenencias de familia, siempre que les daba la gana.

Habíanse vendido las alhajas, desconfiados ya los prestamistas de que nunca las pagaran, y porque los intereses estaban a punto de traspasar su valor. No quiero pintar la grita y la zalagarda que en aquella bendita casa se armó. Después de dos años de reclamaciones inútiles, hoy venían por las alhajas; ayer se habían vendido.

Muchos habían preparado sus viajes tornando víveres, armas y buques a los usureros con un 80 por 100 de interés. Descubridores de pueblos que luego fueron célebres por sus riquezas se veían al regreso amenazados de pasar de la carabela a la cárcel. Los reyes tenían que intervenir con piadosas cédulas para amansar a los prestamistas, proponiendo arreglos.

¡Persona con garantías...! No era tan fácil encontrar esto, que los prestamistas pedían con tanta sencillez.

Doña Manuela contestó con altivez. ¡Quién! ¿Ella...? ¿Por quién la tomaba su hijo? Aunque arruinada, no por esto había perdido su dignidad. Para tales comisiones se valía de doña Clara, que tenía amigos entre los prestamistas, y hacía las «operaciones» diciendo que los objetos eran de una señora distinguida cuyo nombre no podía revelar.

El administrador mostrábase tardo y doliente en sus remesas. Jaime le pedía dinero, y contestaba con cartas quejumbrosas, hablando de intereses que había que satisfacer, de segundas hipotecas para las cuales apenas encontraba prestamistas, de irregularidad de una fortuna en la que no quedaba nada libre de gravamen.

Retumbaban todavía en mis oídos las pisadas y le floriture del atolondrado, cuando se abre violentamente la puerta, y la señora de H *, y en persona, con los ojos encendidos y toda fuera de , se precipita en la habitación. ¡Don Fernando! A su voz salió uno de los prestamistas, caballero de no mala figura y de muy galantes modales. ¡Señora! ¿Me ha enviado usted esta esquela?

Señora, hay casos, como éste, en que la sangría está indicada: acuda usted a los prestamistas particulares, a don Raimundo Portas, y no cito más que uno, que tiene una lanceta y un pulso de operador admirables. No, don Raimundo Portas, no exclamó misia Casilda con alarma poco disimulada. ¿Por qué no ve a Rocchio, el corredor?

Algunas expediciones partían apresuradamente, antes de completar sus preparativos, por miedo al arrepentimiento de los capitalistas o las exigencias de los acreedores. Hernán Cortés, en su viaje para la conquista de Méjico, había tenido que hacerse a la vela apresuradamente, antes de completar la provisión de víveres, por miedo a un embargo de los prestamistas.

Su amiga doña Clara, la corredora de los prestamistas, de la que don Juan hablaba pestes, no encontraba dinero para la viuda de Pajares. Francamente, doña Manuela: ¡tiene usted por ese mundo tantos pagarés renovados y con intereses que no siempre se cobran...! Mis amigos se niegan a dar un céntimo. ¡Si usted encontrase una persona con garantías que quisiera avalar su firma...!