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Con lo restante, como era económica y arreglada, tenía lo suficiente para vestirse, comprar algunos libros nuevos y hacer limosnas. El único lujo, el único regalo de doña Luz, era un magnífico caballo negro, en el cual solía ella salir a paseo con D. Acisclo o con un criado llamado Tomás, que había envejecido en el servicio de su padre. Don Acisclo estaba viudo hacía muchísimo tiempo.

Algo de eso hay respondió el interrogado . Infieles voy a convertir, pero sin salir por ahora de Villafría. ¿Y cómo va a ser eso? dijo doña Luz. Muy sencillamente continuó D. Acisclo . Ya saben ustedes que yo he sido y soy, dicho sea entre nosotros, desechando la modestia, un hombre bastante útil para mi patria.

Cuando S. Fernando conquistó la ciudad, puede decirse que la poblacion cristiana habia ya faltado de allí por ciento y doce años, y así por sola la tradicion tomada de los cautivos, ó por conjeturas razonables, podian deducirse algunas advocaciones. Sabríanse las de muy pocos templos; las de la mayor parte no; S. Acisclo, los tres Stos. Mártires, y Sta.

Pronto se pasó de este modo una semana entera, al cabo de la cual, con no menor pompa y estruendo, volvió a Villafría el ilustre diputado D. Jaime, acompañado de D. Acisclo y de Pepe Güeto. En la casa de D. Acisclo se renovaron las comilonas, las fiestas espléndidas y todo el lujo de que ya se había hecho gala la primera vez. Solución de la crisis

Y como el Padre, sin afectación, por no ser propio de su estado, porque no gustaba de hacer alarde de cosa alguna, no se había mostrado nunca a sus ojos como jinete, doña Luz, sin malicia, empezó primero por cerciorarse de que lo era, de que había viajado mucho a caballo en Cochinchina y en la India, y no paró luego hasta que logró salir con él de paseo a caballo en compañía de D. Acisclo.

Don Acisclo hallaba a un pariente o a un amigo suyo que le daba al 12. Así hacía ganar al marqués un tres por ciento anual sobre la cantidad recibida.

Varias noches, estando así, ya de sobremesa y no presentes las chicas que habían servido, doña Manolita tentó el vado, a ver si D. Acisclo declaraba la causa de su preocupación. Don Acisclo, aunque negaba que estuviese preocupado, lo daba a conocer cada vez más, si bien no confesaba la causa. Una noche, por último, D. Acisclo se mostró más preocupado, pero más alegre asimismo.

El cura D. Miguel casó a doña Luz y a D. Jaime. Sólo fueron testigos o se hallaron presentes D. Anselmo, Pepe Güeto y su mujer, don Acisclo y dos de sus hijos, un íntimo amigo de don Jaime, venido para ello de la corte, coronel de caballería, y llamado D. Antonio Miranda, y los criados de la casa de D. Acisclo. El P. Enrique fue también testigo de la boda.

, amigo D. Acisclo, yo conozco a D. Jaime Pimentel desde que estuve en Madrid con mi pobre sobrina María y con aquel estrafalario de doctor Faustino, con quien ella se casó. D. Jaime era amigo de Faustinito. Dios los cría y ellos se juntan. Aunque en mucho se diferenciaban, en bastante se parecían. D. Jaime, muy joven entonces, era un verdadero ninfo.

Cuantos tenían caballo, y no pocos que sólo tenían mulo o burro, fueron de madrugada a recibirle en la estación, con D. Acisclo al frente, y a eso de las once volvieron todos con el diputado, caballero éste en el hermoso caballo negro de doña Luz.