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La Condesa nos dejó, y nosotros nos pusimos a preparar las cosas para el viaje. Poco rato después oímos el tiro. Esta es la verdad. ¿Confirma usted lo que dice esta joven? preguntó Ferpierre a Zakunine. El interrogado contestó con una breve inclinación de cabeza. ¿Cuáles fueron las palabras amargas que la Condesa profirió?

El letargo de Morsamor podía por otra parte terminar en muerte, y lo más seguro era salir para la India, por no considerarse nadie a bordo con poder bastante para desembarcar y tomar venganza de aquel desaguisado, en la suposición de que los derviches o algunas otras personas tuviesen la culpa de todo. Interrogado por Morsamor, Tiburcio le dijo: De tu letargo, no qué pensar.

¡Extraño es, á fe mía, pues él llega siempre antes que nadie cuando se trata de salir en busca de Parrón, á quien odia con sus cinco sentidos! Pues ¿no sabéis lo que pasa? dijo un tercer miguelete, tomando parte en la conversación. ¡Hola! Es nuestro nuevo camarada... ¿Cómo te va en nuestro Cuerpo? ¡Perfectamente! respondió el interrogado. Conque ¿decías?... replicó el primero. ¡Ah! ¡!

Interrogado por el diputado novel a quien debo el relato, me ha comunicado las noticias que voy a transcribir como contera o remate, aunque los críticos lo tachen de superfluo. Don Paco sigue gozando de la privanza del cacique y gobernando en su nombre cuanto hay que gobernar en la villa.

Ha habido quien me ha hecho entender que habiendo el conde vivido en intimidad con un culpable, no sería imposible que él llegase á serlo. Como es natural, he acogido esos absurdos con el desprecio que merecen; pero he interrogado á Sorege sobre su antiguo amigo y él, que es tan dueño de mismo, se ha turbado y ha parecido estar en un suplicio.

Hábilmente interrogado por los curiosos, dijo que había ido allí por el cuerpo del difunto, si no lo tenía a mal el comité; que no quería apresurar las cosas, podía esperar, pues aquel día no trabajaba, y cuando los señores hubiesen concluido con el difunto, se haría cargo de él. Además añadió sencilla y gravemente, si alguno de los presentes gusta tomar parte en el entierro, puede asistir.

Al entrar en casa por las noches se veía interrogado durante la cena en presencia de don Andrés, que no osaba levantar la cabeza ante la poderosa señora. ¿Dónde había estado? ¿A quién había visto?... Rafael sentía el espionaje, siguiéndole en sus paseos por la ciudad y el campo. Hoy has estado en casa de la cómica... ¡Cuidado, Rafael! ¡me vas a matar!

Qué decepción y quizás también qué indignación se manifestó al saber que Silas Marner, interrogado por el squire y el pastor, había respondido que no había conservado ningún recuerdo del buhonero, salvo que éste se había allegado a su choza, pero sin entrar en ella. Se había alejado inmediatamente, cuando Silas, entreabriendo la puerta, le dijo que no necesitaba nada.

Le había interrogado a él sobre lo que yo le conté, y, al cerciorarse de que era verdad, se sintió humillado, porque sus aventuras eran completamente vulgares en comparación de las nuestras. Avisé a Allen y a Ugarte que nos teníamos que marchar. ¿Y por qué? preguntó Ugarte, echándoselas de sorprendido. Por nada.

Pero cuando Martí fue interrogado, jadeante y como si llevara en el pecho una montaña, se acercó a los jueces, y afirmó con enérgica y vibrante voz que él si era el único y verdadero autor de la carta citada. Y para corroborar de manera elocuente su aserto, formuló duros ataques contra la dominación española, su tiránica política y sus hombres nulos e infames.