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Iba camino de la casa del Magistral con la misiva y pensaba: «Lo que yo me temía, a pares; los tiene a pares; uno diablo y otro santo. ¡Así en la tierra como en el cielo!». «Y por contera, le engañaba, le decía que estaba enferma para excusar el verle... ¡le tenía miedo!... y hasta el estilo dulce, casi cariñoso de la carta era traidor... ¡aquello no era digno de ella!

Durante el festín, que tuvo su añadidura de pimientos y su contera de pasas, no habría sido fácil explicar cómo con una sola boca podía la Sanguijuela engullir medianamente y hablar más que catorce diputados. Isidora, triste, cejijunta, ni hablaba ni hacía más que probar la comida. Observaba a ratos con gozo la voracidad de su hermano.

Y ¿por qué había de reírme? observó Nieves apartando con la contera de su sombrilla cerrada algunas pedrezuelas del suelo que no estorbaban a nadie. Por lo que pudiera hallar usted de... inocentada en el caso, es un suponer respondió Leto con entera sinceridad; y enseguida añadió : de todas maneras, ahí está el clavel.

Y por contera tus amoríos, tus abusos de consejero espiritual. Madre... ¿Qué más? Hasta les parece mal que enseñes la doctrina a las niñas de la Santa Obra del Catecismo.... ¡Miserables! , miserables; pero van siendo muchos miserables, y el día menos pensado nos tumban.

A sus lamentos, acudieron Pampa y la genovesa... En el comedor, la tía Silda echó sobre los hombros de don Pablo el sobretodo, le puso el sombrero de través, y le dió el bastón, por la contera.

El torero se puso unos guantes blancos y agarró el alto bastón, signo de dignidad en la cofradía: una vara forrada de terciopelo verde, con contera de plata y rematada por un óvalo del mismo metal. Eran más de las doce cuando el elegante encapuchado se encaminó a San Gil, por las calles llenas de gentío.

El estómago estragado por la incalculable cantidad de vasos de agua con azucarillo apurados en la cantina del Congreso; callos en los pies por los interminables plantones en el pasillo central, rompiendo distraídamente con la contera del bastón el barniz de los azulejos del zócalo; una cantidad incalculable de pesetas gastadas en coches de punto por culpa de los entusiastas del distrito que le hacían ir todas las mañanas de ministerio en ministerio pidiendo la luna, para contentarse al fin con algunos granos de arena.

Déjalo todo; monta esta hoja en esta empuñadura, y esta contera en una vaina blanca, rica... anda, hijo, anda; dentro de una hora ha de estar corriente: entretanto, señor, mis nietas coserán los herretes, la toca y las perlas y las chapas del talabarte... Y entretanto yo... me daréis de almorzar... me lavaré después... ; , señor; entrad... y ya veréis... ya veréis.

Kataliñ le ayudó á ponerse el recio gabán, y abrió la puerta de la calle mientras el doctor se calaba la boina y requería su cachaba, grueso cayado con contera de lanza, que le acompañaba siempre en sus visitas á las minas. Oye, Kataliñ dijo al trasponer la puerta. ¿Sabes quién es el muerto? El Maestrico disen.

Sus espuelas arañan las losas, tric, tric, tric, tric, y a veces la contera va dando contra el muro, tac, tac... Mi padre dice que Ramiro desciende de los linajes más antiguos y claros de Castilla. Tric, tric, tac, tac remedó burlescamente la dueña. ¡Licenciado no le quiero, pero si volviese aína de alguna guerra, con la jineta de capitán! Don Alonso no perdió una sola palabra de aquel diálogo.