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Afirma y sostiene grandes absurdos, y vaya usted a contradecirle.... Temo mucho que se me vuelva maniático; que se desquicie su cerebro.... ¡Si viera usted cuán triste y caviloso se me pone a veces!... Y coge un tema, y dale que le darás, no lo suelta en una semana. Hace días que no sale de un tema tan gracioso como original. Ha dado en sostener que la Nela es bonita.

En el porvenir podrán ser todo lo que anhelen y sueñen: por el invencible amor á mi raza deseo yo que sus sueños no sean absurdos, sino que se realicen; pero lo que es ahora, ó no son nada, ó son españoles, ó son negros. Hay además otra notable diferencia, que se apoya en el dicho vulgar de que cada uno hace de su capa un sayo.

Exponer ahora las demás reglas de la composición dramática, que deducía de estos principios fundamentales, sería molesto é impertinente: son los absurdos conocidos de la dramaturgia francesa, hijos de una razón limitada, y de una carencia absoluta de sentimiento poético.

Me irrito ante los absurdos de la monarquía y de la religión, no sólo en mi país, sino en todo el mundo.... Y sin embargo, he sentido lástima, profunda conmiseración ante un ser de sangre real. ¿Querrá usted creerlo...? Le vi de cerca, en una de mis correrías por Europa. No cómo la policía que vigilaba su carruaje no me repelió lejos de allí, creyendo en un posible atentado.

Aturdido por tal descubrimiento, cerró los ojos para condensar sus sentidos y poder apreciar lo que le rodeaba sin absurdos fantasmagóricos. El hecho de que el sol se convirtiese de pronto en una lámpara eléctrica le hizo sospechar que estaba dormido ó que el descenso al abismo oceánico había perturbado sus facultades mentales. Volvió á abrir los ojos, limitándose á mirar enfrente de él.

Si realmente estuvieses sola dijo con voz rencorosa , yo podría aguardar, y tal vez el tiempo acallase esos escrúpulos absurdos que te atormentan. Pero tu soledad es mentira. Un hombre entra á todas horas en tu casa como si fuese suya, mientras yo debo alejarme, según dices, para que recobres la tranquilidad.

Ustedes, prosiguió, son ahora para dos amigos, los quiero con un mismo cariño. Mi pasión, te lo juro, Adriana, ha terminado. Tus ruegos de que me case con Julio son así absurdos. ¡Ah! Pero por favor, pónganse los dos del mismo lado, me cansa mucho tener que dar vuelta la cabeza a cada rato. Julio se levantó, la cara tranquila bañada en lágrimas, y obedeció. ¡Y llora! exclamó Laura conmovida.

Unas veces reía de su propia credulidad, desechando como el más grande de los absurdos las palabras del moro; otras llegaba a sentir total convencimiento, y se sorprendía de no haber concebido hasta ahora ninguna sospecha en medio de tantos indicios. De pronto, el mismo horror de aquella incertidumbre, le yergue sobre los talones. Enciende la candileja.

Comenzó, empero, á inutilizarla un prelado tan lleno de celo religioso como de ignorancia artística; y desde entonces ¡qué de profanaciones! ¡qué de absurdos! ¡Ay! ¿quién sabe si la exagerada de otro prelado llegará un dia á querer destruir las paredes del santuario musulman para erigir un altar bajo su concha de alabastro? ¡Quién sabe si para acabar de hacer triunfar el cristianismo sobre el islamismo hará saltar los ricos mosáicos que cubren los brillantes muros del vestíbulo!

Se le veía en nocturnas reuniones de esta secta, que es la antesala del Limbo, y llegó a adquirir esas convicciones tenaces que sólo se encuentran en los prosélitos de los sistemas más absurdos.