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Haz de lo que quieras... no me quejaré. eres el primer hombre que me ha pegado... ¡y no me he defendido! No me defenderé aunque vuelvas á golpearme... De ser otro, habría contestado á la agresión; ¡pero !... ¡te he hecho tanto daño!... Calló unos momentos. Estaba arrodillada ante él en actitud suplicante, con el cuerpo descansando sobre los talones.

Las dos hijas mayores del anabaptista una de ellas alta, delgada y pálida, de pies anchos y bajos, que calzaban zapatos redondos, de cabellos rojos, recogidos en una cofia de tafetán negro y vistiendo un traje azul que le caía en largos pliegues hasta los talones; la otra, gruesa, mofletuda, que andaba como los patos, levantando los pies con gran lentitud y balanceándose de un lado a otro , aquellas dos jóvenes formaban con Luisa el más extraño contraste.

Hablaba con tal seguridad e indiferencia no exenta de desdén, que su hija tenía que optar entre dar rienda suelta a la lengua, romper con su padre de un modo violento, o marcharse. Decidióse, después de un instante de vacilación, por esto. Giró sobre los talones, y sin una palabra de adiós salió de la estancia y se metió en el coche, en un estado de excitación que hacía temblar todo su cuerpo.

El imbécil era el hermano, que se presentó saludando a Ojeda con voz balbuciente, mirándolo como a un personaje importante que inspira respeto y poca simpatía. Nélida, al ponerse de pie, se desperezó con voluptuosa expansión. Parecía más alta, como si su cuerpo se dilatase de los talones a la nuca con el serpenteo nervioso que corría por él.

Y girando pausadamente los talones, con paso firme, alta y derecha la cabeza, a pesar de la extraordinaria inclinación de la pendiente, el Rey de Bastos descendió el sendero de la roca. Hullin, Marcos Divès y también Hexe-Baizel prorrumpieron en una sonora carcajada. Está completamente loco dijo Hexe-Baizel.

La joven, más alta y esbelta, caminaba á pequeños saltos, como un ave que sólo sabe volar, contoneándose sobre sus empinados talones. Las dos miraron con inquietud á este hombre que surgía inesperadamente entre las ruinas. Mostraban el aire preocupado y temeroso del que va á un lugar prohibido ó medita una mala acción.

Y por el rostro de aquel hombre, que no parecía sensible más que a los cheques y talones, rodaban dos gruesas lágrimas. Reynoso se alzó y tambaleándose como un beodo salió de la taberna seguido de sus amigos. Cuando estuvieron en la calle se volvió hacia su cuñado y apretándole la mano dijo: ¡Tienes razón, Tristán, la vida es un asco!

Creí que aquel hombre era el carácter cómico, el bufo, el payaso. ¡Qué gestos! ¡Qué gritos! ¡Qué contorsiones! Pero la puerta del fondo se abre, como sale una bala del cañon. ¿Qué es eso que asoma? ¿Qué es ese bulto que sale corriendo, voceando, con el sombrero calado hasta las orejas, y con un frac cuyas estrechas puntas van golpeando sobre los talones de aquel bulto? Es el actor cómico.

Por mi parte me resigno fácilmente a separarme ahora de ti, pensando que también se separa otro... ¿Tengo realmente la felicidad de que estés celoso? ¡Lo confieso con rubor! Me hace daño el ver sin cesar a mi tío pisándote los talones. Te engañas, Raúl; te juro que el señor Neris no me ha mostrado jamás más que una benevolencia paternal.

Le ha hecho una gracia atroz nuestra pequeña juerga. Estos jesuitas son todos hombres de sociedad, no son como los curas de misa y olla... Le miré de arriba abajo con expresión rencorosa y le dije con acento irritado: ¡Usted siempre tan oportuno! Y sin aguardar contestación, giré sobre los talones y me fui. Lo que inmediatamente preví sucedió, en efecto.