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Por fin se deshizo el grupo, la muleta quedó en el suelo como un harapo, y el lidiador, libres las manos, salió tambaleándose por el impulso del choque, hasta que algunos pasos más allá recobró el equilibrio. Su traje estaba en desorden; la corbata flotaba fuera del chaleco, enganchada y rota por uno de los cuernos. El toro siguió su carrera con la velocidad del primer impulso.

La bandeja escapó de sus manos, y fué tambaleándose como un ebrio, hasta aplastar su abdomen contra la barandilla del puente. «¡Cristo del Grao!...» A Ferragut también se le cayó el vaso que llevaba á su boca, y el oficial francés, sentado en un banco, casi se dobló sobre las rodillas. El timonel tuvo que agarrarse á la rueda con un crispamiento de sorpresa y de terror.

De repente sufrió un fuerte ataque de tos que intentó ahogar llevando el pañuelo a sus labios rojos como la grana. Y luego sintió que desfallecía; pareciole que la ventana huía delante de ella, que el suelo se hundía bajo sus pies, y tambaleándose llegó a la cama, cayó boca abajo sobre ella, estrechando convulsivamente contra su pecho el pañuelo y la zapatilla.

El tiempo corría sin interrumpirlas. De abajo no llegaba noticia alguna. A eso de las diez reconoció Julián que sus rodillas hormigueaban con insufrible hormigueo, que se apoderaba de sus miembros dolorosa lasitud, que se le desvanecía la cabeza. Hizo un esfuerzo y se incorporó tambaleándose. Una persona entró.

Y por el rostro de aquel hombre, que no parecía sensible más que a los cheques y talones, rodaban dos gruesas lágrimas. Reynoso se alzó y tambaleándose como un beodo salió de la taberna seguido de sus amigos. Cuando estuvieron en la calle se volvió hacia su cuñado y apretándole la mano dijo: ¡Tienes razón, Tristán, la vida es un asco!

Don Pompeyo dijo, y se puso en pie tambaleándose, lo cual probaba que, si no el vino, sus recuerdos le habían embriagado don Pompeyo; puesto que ésta es la hora de las grandes revelaciones, es preciso que usted nos diga cuál es el fondo de su alma.... Señores interrumpió el ateo el fondo de mi alma lo traigo en la superficie para que el mundo se entere. ¡Bravo! ¡bravo! gritó el concurso.

Y el enfurecido muchacho, dejando caer sus brazos como si los hubiera atacado la parálisis, se retiró tambaleándose y se tumbó deshecho en lágrimas a la entrada del molino.

No sabía ella misma por qué se acordaba antes del Padre Arrigoitia que de Miranda; pero es lo cierto que su temor principal era darse de manos a boca con el afable jesuita, que le diría sonriendo: «¿De dónde bueno, hijaHostigada por tales imaginaciones, se levantó tambaleándose, y diciendo entre dientes: No es justo que la muerta esté sola....

Caminaban tambaleándose cuando creían marchar en línea recta; se detenían los dos al mismo tiempo en ciertos sitios, sin saber por qué. Su tardo paso ponía en conmoción las «villas». Los perros de los jardines ladraban furiosamente á los intrusos, incrustando sus hocicos entre los hierros de las verjas.

Con gran extrañeza, la vio oscura y vacía. Pero en aquel instante un leño que humeaba en el hogar se rompió, y a la luz de su llamarada vio a Federico Bullen sentado junto a los amortiguados tizones. ¡Hola! Federico se sobresaltó, púsose de pie y fue hacia él, medio tambaleándose. ¿Los compañeros dónde han ido? dijo el viejo. Al momento vuelven por aquí. Han salido a fuera a dar un pequeño paseo.