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Los demás tomaron posiciones en las alturas. Se les vela subir como gatos, escalando los empinados cerros con agilidad increíble. El calor les hacía tan poca impresión como les habla hecho el frío. Tenían cara de pergamino, músculos de acero, corazón de piedra y sesos de algodón, que ni el sol derretía ni el pensamiento inflamaba jamás.

A la izquierda ó el oriente corren de norte á sur los Alpes formando tres líneas superpuestas: una en que se destacan entre las nubes los empinados picos cubiertos de nieve; otra inferior, azul, vaga y casi nebulosa, de montañas gigantescas pero sin puntos culminantes, y otra, en fin, mas baja y perceptible, compuesta de complicados cerros y colinas que van descendiendo en anfiteatro hasta encontrar su asiento en las llanuras del Delfinado y la Provenza, en uno de cuyos centros demora la ciudad de Grenoble.

Humilde albergue mio: líquidos arroyuelos, hijos de estas montañas despeñados: bosque puro i sombrío: claros y hermosos cielos, eternos reyes de estos bellos prados: árboles empinados, plumajes de colores donde toman las flores su alegre primavera: apacible ribera, claro espejo del dia, ya vuelvo á vuestra santa compañía.

El portal es estrecho y largo; la escalera, de peldaños altos y empinados, como construida adrede para recreo de cabras montaraces.

El agradable Abu-el-Casín inclinó su frente y le respondió sonriéndose: Descuidad en cuanto a ese punto, Príncipe de los creyentes, pues en tanto que a estos buenos amigos los dirijo hacia la Alcazaba, empinados por ahora en sus dos patas posteriores, pasaré yo personalmente por el colegio y la academia, daré una vuelta por las bibliotecas de Bek-Faral y de Aben-Melij, y recogeré los trece varones que nos faltan para completar el estupendo tiro que nos exige Ben-Farding, de entre los venerables literatos que más allí trabajan y se fatigan por la felicidad del mundo, fastidiando a la ciencia.

Estando en esto, y yo con lo bebido atolondrado, entraron cuatro de ellos, con cuatro zapatos de gotoso por caras, andando a lo columpio, no cubiertos con las capas sino fajados por los lomos; los sombreros empinados sobre la frente, altas las faldillas de delante que parecían diademas; un par de herrerías enteras por guarniciones de dagas y espadas; las conteras en conversación con el calcañar derecho; los ojos derribados, la vista fuerte; bigotes buidos a lo cuerno, y barbas turcas, como caballos.

Donde quiera se multiplican los mas románticos grupos de colinas, faldas arrugadas, ramblas hondísimas y cavernosas y empinados peñascos, en medio de los cuales, al estruendo de numerosas cascadas, á la sombra de bosques vírgenes de abetos y en el fondo de lindas praderas en miniatura, demoran algunas pobres aldeas en las mas pintorescas situaciones.

Cuando la pobreza llamó a las puertas, y Paula se decidió a dejar su comercio, De Pas decretó dedicar los pocos cuartos que sacaron libres a la industria ganadera. Tomó vacas en parcería y se fue con su mujer y su hijo a su pueblo, a vivir del pastoreo, en los más empinados vericuetos.

Por todas partes los graciosos balcones, las discretas celosías, veladas en su interior por finos cortinajes, tras de cuyos pliegues se alcanzan á ver medio escondidas algunas caras primorosas como apariciones ideales; los aéreos miradores de cristal, empinados caprichosamente sobre los techos; las ventanas con enrejados de hierro curiosísimos; las vastas azoteas adornadas de jarrones con flores y pequeños arbustos bañados por el sol y agitados por las brisas marinas.

Ardían en el tocador de la estancia dos velas puestas en candeleros no menos empinados y majestuosos que los candelabros del refresco; y como no la iluminaba otra luz, ni se había soñado siquiera en el clásico globo de porcelana que es de rigor en todo voluptuoso camarín de novela, impregnaba la alcoba más misterio religioso que nupcial, completando su analogía con una capilla u oratorio la forma del tálamo, cuyas cortinas de damasco rojo franjeadas de oro se parecían exactamente a colgaduras de iglesia, y cuyas sábanas blanquísimas, tersas y almidonadas, con randas y encajes, tenían la casta lisura de los manteles de altar.