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Pero don Mariano temía concederle este permiso porque los cuartos de la torre eran fríos y la salud de la niña delicada. Al fin, rendido por sus ruegos y halagos, consintió en ello, después de haber tapizado las habitaciones esmeradamente y con la condición de que Genoveva durmiese cerca de ella. Fue una época feliz para María. Tenía entonces dieciséis años, y el pensamiento inquieto y atrevido.

¡Quiá, señor; si no sale para café!... ¿Me da dos cuartos? Veremos si los mereces.... Dime antes lo que raqueas. ¡Como no raquee! ¡Si andan más listos á bordo!... Pero alguna vez ya se descuidarán. Quiá, no señor. Ayer trinquemos, entre Pipa, Michero y yo, como tres libras de cobre; y pa eso, de poco nos guipan.

Al parecer se gastó en ellas el único dinero que había en casa, porque me acuerdo bien que un martes á la hora en que yo solía ir al monte con la comida, me dijo mi madre: «No tengo que mandar á tu padre; el tabernero no quiso fiarme el pan ni darme un poco de manteca para componer las patatas. Díle que si tiene algunos cuartos te los .

En ninguna dirección se veía barco alguno, ni isla, ni islote. Sólo el atol y sus escolleras, extendiéndose unos tres cuartos de milla de Norte a Sur, sobresalían de las aguas. En cambio, abundaban los peces.

Las mareas corren con grande ímpetu á cinco ó seis millas por hora, medidas con la corredera. Observaron que en el plenilunio, la marea comienza á crecer á las siete y cuarto. Entre creciente y menguante, parece se lleva 12 y 3 cuartos de hora.

Hija mía dijo la anciana cuando estuvieron solas , ¿qué no sería que se casase contigo don Federico y que fueses así la señá médica, la más feliz de las mujeres, con ese hombre que es un San Luis Gonzaga, que sabe tanto, que toca tan bien la flauta y gana tan buenos cuartos?

Nada más curioso y original que el escritorio de don Eleazar; un edificio bajo y antiguo con un vasto y desierto patio a la entrada, enlosado con grandes piedras color pizarra, perpetuamente húmedas y empañadas por una eterna capa de verdín. Frente a la puerta de la calle, tres cuartos, cada uno con tres puertas al patio.

Era un buen muchacho, que había seguido su carrera sin hacer daño a nadie. Apenas si se había peleado con los camaradas de las capeas cuando se quedaban con los cuartos por ser más fuertes. Unas cuantas bofetadas en ciertas disputas con los compañeros de profesión; un botellazo en un café: estas eran todas sus hazañas. Le inspiraba un respeto invencible la vida de las personas.

Iba a contestar; pero su madre, que llevaba la palabra por toda la familia, respondió: «Es peinadora... Está aprendiendo con una vecina maestra. Ya tiene algunas parroquianas. Pero no le pagan, naturalmente... Es una sosona, y como no le pongan los cuartos en la mano, no hay de qué. Yo le digo que no sea panoli y que tenga genio; pero... ya usted la ve.

Júntanse éstos, y él súbese sobre un arca y va diciendo: Ahora sale la dama, y dice esto y esto; y va representando; y el cura, pidiendo limosna en un sombrero, junta cuatro ó cinco cuartos, algún pedazo de pan y escudilla de caldo que le da el cura, y con esto sigue su estrella y prosigue su camino hasta que halla remedio