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Dentro de su prodigiosa extension se ostenta con el lujo de una primavera privilegiada, el soberbio Pré Catelan, deliciosísimo sitio de recreo que reune la mas rica y variada coleccion de flores de Europa.

Esta mujer debe de haber sido un sueño mío. Esta mujer no ha existido. Ha sido un hermoso sueño de primavera. Una horrible pesadilla de verano: ¡Esa mujer! ¿Y si ella hubiese existido? ¿Si no hubiera sido el sueño de un loco sediento de amor? ¡Oh! ¡qué horrible desgracia! He rasgado la parte más dolorosa de ese sueño o de esas memorias.

Ya que el árbol que de hermosas flores la Primavera plácida engalana, no las conserva en el ardiente Estío; que el sol marchita y borra sus colores, dando al tiempo tributo, y, tras la flor lozana, germina y crece el sazonado fruto.

Un magnífico sol de primavera, que preludiaba los alegres esplendores del mes de abril, poblaba de encantadores reflejos las ondas del Mediterráneo que sacudian sus blancas escamas contra los peñascos y las playas de la costa, suavemente ondulosa.

Lo que más la entusiasmaba, deleitaba o conmovía, lo mismo era de hoy que de ayer, lo mismo de un año más tarde que de un año más temprano: la vuelta de la primavera, un cielo lleno de estrellas, la luz de la luna, el alba, el olor y la belleza de las flores, la música, los versos y cosas así que son de siempre.

El invierno se ha pasado así, así; la primavera con más dificultad. Sin embargo, no hay lesión grave. Debilidad, anemia; esto es todo: sólo dificultad para vivir. Se les prescribe pasar el verano á orillas del mar. Gasto exorbitante para una persona de medianos recursos y poco acomodada. Penoso viaje para una ama de casa. Ruda separación, sobre todo, tratándose de dos esposos que se quieren.

Abajo, en torno a la villa y prolongándose por todo el valle hasta el mar invisible, estaban los huertos de naranjos. La primavera estallaba sobre este suelo feliz con una explosión de colores y perfumes.

El dependiente era para ella un ser de casta superior; causábala respeto la posición social de su familia; y mientras Tónica le llamaba por su nombre, ella, con sus costumbres de criada antigua, nombrábale siempre «señor de Peña», ceremoniosamente, a estilo de comedia. ¡Qué tardes tan hermosas las de aquella primavera!

Y de aquel libre y único florecimiento de la plenitud de nuestra naturaleza, surgió el milagro griego , una inimitable y encantadora mezcla de animación y de serenidad, una primavera del espíritu humano, una sonrisa de la historia.

Lo sabía todo, sentía como nadie el misterio de las ocultas fuerzas de la Naturaleza, y cantó la primavera como un dios. Hans me lo dijo muchas veces y es verdad. Y añadió sin volver la cabeza, con la voz vaga de una sonámbula. Rafael, usted no conoce La Walkyria, ¿verdad?; no ha oído el canto de la primavera. No; el diputado no sabía lo que le preguntaban.