United States or Lithuania ? Vote for the TOP Country of the Week !


Esto se preguntaban los caballeros y las damas, si bien se lo preguntaban como profundo misterio que todos sin embargo sabían.

Cierto por toda la tierra ha salido la fama de ellos, y hasta los extremos de la redondez de la tierra las palabras de ellos. 19 Mas digo: ¿No ha venido al conocimiento Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré a celos con gente que no es mía; con gente ignorante os provocaré a ira. 20 E Isaías osa decir: Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por .

El gesto habitual de la intendenta era de disgusto; cuando la preguntaban por su salud, siempre contestaba: regular.

Muchas veces las honradas esposas, no considerándose dignas de tan singular adoración, se miraban a todas partes, y preguntaban a los que estaban a su lado si por casualidad tenían algún tizne en la cara, o llevaban enredado en el pelo cualquier hilacho. Periquito era incansable, y tomaba estos asuntos con la seriedad que merecían.

Cuando le preguntaban si era cierto que se casaba con un señorito, sonreía, se hacía la enojada como de chanza, y fingía mirar disimuladamente la sortija.... ¡Casarse! ¿Y por qué no? ¿No éramos todos iguales desde la revolución acá? ¿No era soberano el pueblo? Y las ideas igualitarias volvían en tropel a dominarla y a lisonjear sus deseos.

Su aparición en la Bolsa era saludada con entusiasmo; los especuladores, olfateando un indicio cualquiera, para lanzarse en las corrientes del alza, o de la baja, salían a su encuentro, le preguntaban, le seguían. ¿Qué dice don Bernardino? ¿compra oro? ¿vende cédulas? Misterio. El señor Esteven iba solo a charlar un rato, a ver a sus amigos, a tomar el pulso del mercado.

Por dondequiera que pasaba, recibía una ovación. Preguntaban todos quién era, y oía una algarabía infinita de requiebros, flores, atrevimientos y galanterías, desde la más fina a la más grosera.

Algo hacía en verdad, mas era en gran parte pura farsa; y cuando le preguntaban si iban bien los negocios, respondía en el tono de comerciante ladino que no quiere dejar clarear sus pingües ganancias: «Hombre, nos vamos defendiendo; no hay queja... Este mes he colocado lo menos treinta chicos... como no hayan sido cuarenta...». Vivía Plácido en la Cava de San Miguel.

Todas las gentes me miraban curiosas, como si quisieran reconocerme, para llamarme por mi nombre. Temerosas de un chasco no se atrevían a hablarme, y se daban por satisfechas con verme de pies a cabeza y examinar mi traje de cortesano. Me pareció que unas a otras se preguntaban al verme: ¿Quién es éste? ¿A qué vendrá? ¡Pobre de que había soñado con un recibimiento caluroso!

que preguntaban por , dejé la pluma, me restregué los ojos y salí al corredor. Era Mauricio que volvía de Villaverde con la correspondencia. Tenga usted; me dijo el mancebo, quitándose respetuosamente el jarano ahí vienen dos cartas para usted. Me dieron una en la casa; la otra en el correo.