United States or Wallis and Futuna ? Vote for the TOP Country of the Week !


Tío dijo Cornelio ; están todos borrachos perdidos y no es posible hacerles entrar en razón. ¡Oh, miserables exclamó el Capitán, empujando con rabia al maestro y al cabo de pescadores hacia las barcas . ¡Esto era cuanto me faltaba! ¡Pronto, Van-Horn, Hans, Cornelio: coged a estos bribones y echadlos en las chalupas! ¿Tendremos tiempo para eso?

Contrariamente a sus instintos, el antropófago no opuso la menor resistencia; pero sus pequeños ojos negros lanzaban extraños relámpagos. Se dejó atar sin pronunciar una sílaba y transportar a bordo del junco por los chinos, que volvieron a la pesca del trépang. Y ¿no nos traerá esto complicaciones, tío? preguntó Hans.

Terminados aquellos preparativos, esperó tranquilamente la acometida del enemigo, haciendo él la primera guardia en compañía de Hans y de seis chinos, escogidos entre los mejores. Van-Horn y Cornelio debían relevarle a media noche. Esta era obscura y muy a propósito para un asalto.

Mientras fuera se revolvían furiosamente las aguas agitadas por la tempestad, en aquel lago reinaba la más absoluta calma. Su superficie estaba tranquila y era bruñida y lisa como la de un espejo metálico. Apenas la chalupa hizo moverse la superficie de sus aguas, despidieron éstas resplandores fosforescentes. Pero ¿dónde estamos? preguntaron Hans y Cornelio.

Lo sabía todo, sentía como nadie el misterio de las ocultas fuerzas de la Naturaleza, y cantó la primavera como un dios. Hans me lo dijo muchas veces y es verdad. Y añadió sin volver la cabeza, con la voz vaga de una sonámbula. Rafael, usted no conoce La Walkyria, ¿verdad?; no ha oído el canto de la primavera. No; el diputado no sabía lo que le preguntaban.

El montón de ramas con que la tapamos debía estar aquí, y no lo veo. ¿Será posible? exclamó Van-Stael palideciendo. Adelantóse; examinó con gran atención el lugar en que se encontraban, entreabriendo las malezas, y acabó lanzando una exclamación de ira. ¡Infames! ¿La han robado? preguntaron acercándose Hans, Cornelio y Van-Horn.

Después de haber recomendado a Hans y al chino que no abandonaran el bosquecillo y vigilasen atentamente, se puso en marcha hacia el Sur, siguiendo las huellas del babirussa y teniendo la precaución de señalar los árboles a su derecha, dando en ellos hachazos, a fin de guiarse al regreso. Se internó mucho en la selva; pero ya iba al acaso, pues había perdido las huellas del animal.

Porque me va en ello la piel, y, sobre todo, la vuestra, sobrinos míos. ¿Qué temes? Esa es tierra de salvajes, Hans. Ahora seguramente no hay nadie en la playa; pero de un momento a otro puede cubrirse de australianos. ¿Odian quizás a los hombres blancos? No distinguen de razas: blancos, negros, amarillos, rojos o aceitunados, todos son manjares apetecibles para ellos.

Van-Stael, loco de dolor y de ira, quería volver a tierra para entablar una lucha suprema y morir o vencer; pero Van-Horn, Hans y Cornelio impelieron vigorosamente la chalupa hacia el junco. Todo se había ya perdido, pues la tripulación había sido aniquilada. Habría sido, pues, una verdadera locura y un sacrificio inútil entablar combate con enemigo tan numeroso.

Apresuraos, tío dijo Hans . Creo percibir sombras negras moviéndose a lo lejos. Partamos, Van-Horn.