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En las cuatro veladas que siguieron a la ya consignada, el que obtuvo mejor acogida fue, sin duda, Amaury, a pesar de la inteligencia y habilidad con que Raúl desplegó las galas de su ingenio para hacerse agradable.

Aún podían ser felices: era un amor reposado y durable lo que él la ofrecía; un amor de otoño, un amor para siempre, sin complicaciones dramáticas, plácido, tranquilo, dulcemente monótono, como las veladas junto al fuego. La mujer rió con una expresión dolorosa.

Apenas se oculta el sol, mi buen coronel tiene que enmascarar con negros cortinajes las ventanas y puertas que dan al mar, para que los submarinos alemanes no se guíen por nuestras luces... ¡Ay! ¿Dónde están los hermosos días de la paz? ¡Las fiestas que hemos dado aquí! ¡Las veladas en el Gaviota II cuando estaba anclado en el puerto de Mónaco!...

La buena fortuna de Juanito podía solidificar el prestigio de la casa. La proximidad de la feria de Julio preocupaba a la familia. Nunca se habían pasado veladas tan agradables en casa de las de Pajares. Por la noche, después de la cena, llegaban el señor Cuadros, Teresa y su hijo, y comenzaba la alegre reunión.

Lo cual no obstaba para que Kassim prolongara más sus veladas a fin de un mayor suplemento. Era un hombre indeciso, irresoluto y callado. Las miradas de su mujer se detenían ahora con más pesada fijeza sobre aquella muda tranquilidad. ¡Y eres un hombre, ! murmuraba. Kassim, sobre sus engarces, no cesaba de mover los dedos. No eres feliz conmigo, María expresaba al rato.

Soñando estoy con las agradables veladas que vamos á pasar en el invierno, jugando á la malilla y al tute, disputando sobre nuestras no muy concordes teologías, y refiriendo yo á V. mis aventuras en el Perú, en la India y en otras apartadas regiones.

Tan turbada como yo, intentó distraerme cantando una de esas melodías que tantas veces habían encantado nuestras veladas. Era ¡podría olvidarlo jamás! Era así: «Clara y Paulino veían transcurrir apaciblemente sus días, y veían florecer su juventud y sus amores. Nada, en apariencia, podía separarlos, y se aproximaba el acontecimiento alimentado por su esperanza.

Si toda esta suposición era exacta, el marido trabajaba a veces de noche, lejos del hogar doméstico. De noche se trabaja en muchas oficinas; pero en ninguna son tan frecuentes las largas veladas como en Gobernación o en Hacienda. El marido estaba, por lo tanto, empleado en uno de estos dos Ministerios.

Sus auras la galana primavera perfumará en la magia de tu encanto difundiendo en el monte y la ladera en lánguida cadencia y hechicera, el suspiro ardoroso de tu canto. Y en las veladas del invierno frio, en el hogar, alcázar del contento, zumbando fuera el huracan bravío, yo gozaré tu amor, el amor mio, junto á la alegre llama del sarmiento.

En 1838 celebró allí sus veladas el Liceo Sevillano y en 1844 he encontrado las primeras noticias sobre la idea de levantar en el sitio un teatro, en estas líneas que se leen en el libro de actas del Ayuntamiento, correspondiente á la sesión de 11 de Noviembre: «Se dió cuenta de un oficio del Sr.