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En efecto, como esperaba, vió salir al cabo á Plutón con la frente vendada y la lámpara colgada del brazo en disposición de marchar á la mina. Se adelantó á él sin ser visto y en cuatro saltos bajó por los prados á un sendero por donde forzosamente tenía que pasar el minero. Se ocultó detrás de un árbol y esperó. Pocos momentos después pasaba Plutón.

Movíase desconcertado; bastaba que el toro agitase su cabeza, para que, tomando este gesto por un avance, echase los pies atrás, retrocediendo a grandes saltos, mientras el público saludaba estos conatos de fuga con un coro de burlas. ¡Juy! ¡juy!... ¡Que te coge!

Su cara encendida y seca, sus ojos iluminados por esplendor siniestro, su inquietud ansiosa, sus bruscos saltos en el lecho, cual si quisiera huir de algo que le asustaba, eran espectáculo tristísimo que oprimía el corazón.

Silencio sepulcral en toda la sala y saltos nerviosos de Butrón, que bufaba fuera de en su escondite.

El 17 á las cuatro de la tarde entrábamos á la linda bahía de San-Thomas, ya divertidos con los saltos y las evoluciones de dos ballenas que nos acompañaban á alguna distancia, ya encantados con el interesante aspecto de la bahía y el pintoresco anfiteatro de la ciudad. Las escenes de la tarde, la noche y la mañana siguiente, merecen una rápida descripcion.

El cautivo, que, desde el punto que vio al oidor, le dio saltos el corazón y barruntos de que aquél era su hermano, preguntó a uno de los criados que con él venían que cómo se llamaba y si sabía de qué tierra era. El criado le respondió que se llamaba el licenciado Juan Pérez de Viedma, y que había oído decir que era de un lugar de las montañas de León.

Era cruel que la vida se desarrollase centenares y centenares de siglos en esta agitación mentirosa que ocultaba una inmovilidad real. ¿Para qué, entonces, la existencia de lo creado? ¿No tenía la humanidad otro fin que engañarse a misma, dando vueltas por su propio esfuerzo a la caja circular que la aprisionaba, como esos pájaros que con sus saltos mueven una jaula que es su cárcel?...

Adiós, don Ricardo, adiós, don Melchor, adiós, niño y cuídese ¡eh! y a ver si vuelve sano y contento. ¡, Rufino, adiós!... ¡Que escriban! En aquella actitud quedaron los viajeros en observación del panorama, que se desarrollaba ante ellos a favor de la marcha acelerada del tren, que a instantes parecía avanzar a saltos felinos y sinuosos.

Conocía el carácter de su gigante: pocas rachas, pero buenas, como él decía. Sólo muy de tarde en tarde, le había visto perder la serenidad y enfurecerse; pero guardaba un vivo recuerdo de sus arrebatos. Cuando subió el capitán Iriondo, encontró á Sánchez Morueta paseando casi á saltos por el despacho, como una bestia enjaulada, las manos atrás y la cabeza baja.

«Cuando volvamos de los baños y yo le pida cuentas al tío, averiguaré si esto nos produce algo o nos arruina en efecto». Volvió, dando saltos como una codorniz, dentro del coche, y entró en la ciudad, decidido a no plantear nunca por propia cuenta una industria tan peligrosa como la de la pólvora.