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Unos estaban sentados en sillas formando grupos, corros o pequeñas tertulias; otros iban girando por el paseo circular, en cuyo centro está el quiosco de la orquesta. Esta tocaba, con bastante maestría, el rondó final de la Cenerentola. Nuestro don Braulio y sus niñas no vieron una sola cara conocida. En vez de sentarse se pusieron a girar por medio de aquella concurrencia.

Su cabeza, tan erguida siempre, se doblaba bajo el peso del tedio o la preocupación; su talle flexible, ondulante, se movía sin compás girando a un lado y a otro como el cuerpo de un beodo; arrastraba los ojos por el suelo, aquellos hermosos ojos africanos que eran el más preciado ornamento de la noble ciudad de Lancia, y por su frente pálida cruzaba una arruga bien profunda, signo de pensamiento fijo y doloroso. ¡Cuánto le había atormentado desde hacía dos meses!

La hora fatal llego: este astro se convirtio en una masa de fuego, en un cometa vago que amenazo al universo girando siempre por su propia fuerza, sin esfera y sin curso; horror brillante de las regiones etereas, monstruo disforme entre las constelaciones del cielo.

Entre aquellas hormigas humanas habíalas de pocos años y buen palmito, risueñas unas y alborotadas con la boda, otras quejumbrosicas y encendidos los ojos de llorar, con la despedida. Media docena de maduras dueñas las autorizaban, sacando de entre el velo del manto la nariz, y girando a todas partes sus pupilas llenas de experiencia y malicia.

No, hija mía, no se ha roto dice Martín, cuyos ojos se llenan de lágrimas. No se romperá... la nuestra. Seguirá girando mientras nosotros vivamos. Ella menea violentamente la cabeza y cierra los ojos como aterrada ante una visión.

Vete bendita de Dios replicó al cabo girando sobre los talones y encaminándose de nuevo á su cuarto. Sentóse á la mesa y otra vez comenzó á trasladar partidas y confrontar sumas.

Unos cuerpos se atraían a otros girando por el espacio a razón de millares y millones de leguas por minuto, y toda esta nube de mundos caía y caía, sin pasar dos veces por el mismo punto de la silenciosa inmensidad, en la que surgían otros astros y otros y otros, así como iban perfeccionándose los instrumentos de observación. ¿Dónde estaba en este infinito el Dios que fabricaba la tierra en seis días, que se irritaba por el capricho de dos seres inocentes sacados del barro y hechos carne de un soplo, y hacía surgir de la nada el sol y tantos millones de mundos, sin más objeto que alumbrar este planeta, triste molécula de polvo de la inmensidad?

Si le establecía vigilancia, sus sospechas serían mayores, mientras si procedía abiertamente, podía conseguir desarmarlo. Girando sobre mis talones, me dirigí directamente adonde se había parado a esperar pacientemente la llegada de Blair, según parecía. Perdone, signore exclamé en italiano, pero creo, si no estoy en un error, que nos hemos conocido... en Londres, hace un año... ¿no es verdad?

¿Tratáis así, señorita, a vuestros abuelos y al heroísmo? ¡Mis abuelos! ¡Nunca he pensado en ellos! y del heroísmo se me da un bledo. Pero ¿qué os ha hecho el pobre heroísmo? Es que como los romanos eran heroicos, según parece y yo detesto a los romanos... Pero, bailemos, en vez de charlar. Y partíamos, girando.

La frase hizo fortuna y Glocester fue en adelante don Restituto Mourelo para toda Vetusta ilustrada. Allí estaba, oyendo con fingida complacencia los chistes picarescos del Arcipreste, cuya lengua temía, presente y ausente. Cuando don Cayetano volvía la espalda, pues hablaba girando con frecuencia sobre los talones, Glocester guiñaba un ojo al Deán y barrenaba con un dedo la frente.