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A lo cual respondió don Quijote: -No es de los antiguos Curcios, Gayos y Cipiones romanos, ni de los modernos Colonas y Ursinos; ni de los Moncadas y Requesenes de Cataluña, ni menos de los Rebellas y Villanovas de Valencia; Palafoxes, Nuzas, Rocabertis, Corellas, Lunas, Alagones, Urreas, Foces y Gurreas de Aragón; Cerdas, Manriques, Mendozas y Guzmanes de Castilla; Alencastros, Pallas y Meneses de Portogal; pero es de los del Toboso de la Mancha, linaje, aunque moderno, tal, que puede dar generoso principio a las más ilustres familias de los venideros siglos.

Vanidad pudo ser de los Romanos, no querer condecorar con su nombre a los vencidos hebreos, mas la piedad de la Nobleza Mallorquina no hizo punto de estas ceremonias altivas, antes apreció más lo piadoso que la vanidad de esta gloria. Y a la verdad, a quien veían que admitía por hijos suyos el mismo Dios en el bautismo, cómo podían desdeñarse de participar su apellido?

Bien puede arrostrarse tal peligro por apoderarse de esas divinas criaturas. ¡Adelante, romanos! ¡Al asalto! ESCIPIÓN. ¿Habéis notado, señores, que no han dado ni un grito? Es una mala señal. Prefiero una mujer que grite. ¿Qué hacer ahora? Yo sólo deseo llevar una vida de familia. Yo también sueño con un hogar. Sin un hogar, la vida no tiene atractivos.

Los dictadores gozan generalmente de mala salud en Colombia; Bolívar lo fue... o pretendió serlo, y aún se muestra en el Palacio de Gobierno, en Bogotá, el balcón por donde saltó escapando al grupo de jóvenes que, fanáticos por la libertad, como los romanos del tiempo de Bruto, creían acción santa matar al tirano.

El Sr. Cean Bermudez, al tratar del origen y nombre de esta, dice que parece que después que los romanos demolieron la antigua Turba y vendieron por esclavos a todos sus habitantes, la repararon después los moros con murallas sobre los cimientos antiguos, entre los que se encontró una figura de toro, la que con una estrella adoptaron los vecinos por armas en campo rojo, y dándole otro nuevo nombre de Torbél.

Además, era su padre, y el tío Tòfol, como todos los labriegos de raza latina, entendía la paternidad cual los antiguos romanos: con derecho de vida y muerte sobre los hijos, sintiendo cariño en lo más hondo de su voluntad, pero demostrándolo con las cejas fruncidas y alguno que otro palo. La pobre Borda no se quejaba.

Sólo las distinciones generales siguientes, casi externas, pueden establecerse con trabajo. En primer lugar, hay comedias que, por su índole y argumento, nos recuerdan sin esfuerzo á Plauto y á Terencio, ofreciéndonos caracteres, situaciones y relaciones análogos á los de los cómicos romanos.

Entre los citados bustos y estatuas, muchos de los cuales pertenecieron al antiguo palacio de Umbrete, propiedad de la Mitra hispalense, existen algunos de dioses de la mitología y de personajes romanos que no carecen de mérito artístico, y que señalaría con algún detenimiento de buen grado.

Como el de griegos y romanos, es incierto el origen de los Tumbagas de Almendrilla; pero eso mismo realza la antigüedad de su ralea, pues las cosas, las instituciones y los hombres parece que adquieren importancia con andar su nacimiento envuelto entre dudas y perplejidades de erudito.

Si con esto acabára nuestro daño, Pudieramos llevallo con paciencia, Mas ay! que se ha de dar, si no me engaño, De que muramos todos, cruel sentencia. Primero que el rigor barbaro estraño Muestre en nuestras gargantas su inclemencia, Verdugos de nosotros nuestras manos Serán, y no los perfidos Romanos.