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Las señoritas y las matronas no se lo perdonaban, pero el lindo mulato, sin importársele mucho de las críticas que le hacían por todos los centros del salón, tomó de la cintura a su linda compañera y acometió un scottish de paso doble que en aquel momento comenzaban a rascarlo cuatro violines de la orquesta y un figle solitario y pifión que se quejaba entre los labios de un viejo músico panzón y dormido, representante de la música de viento.

Poco después de poblarse nuevamente los salones de baile se retiraron las personas reales. Hubo para despedirlas el mismo ceremonial, esto es, las filas apretadas a la puerta de la antesala, la Marcha Real por la orquesta y la despedida de los dueños hasta la escalinata. Clementina respiró con libertad.

Luego de dar conciertos en las grandes capitales de Europa y América del Sur, se había quedado en Monte-Carlo, con una inmovilidad que él atribuía á la guerra y don Marcos achacaba á su afición al juego. El príncipe le conocía por haberle llevado á bordo de su gran yate Gaviota II, en un viaje alrededor de la tierra, formando parte de su orquesta.

Ella, enamorada de él rabiosamente por su parecido con el Maestro, quería casarse, y le hablaba de los millones del gobernador, mezclando sus entusiasmos románticos con las aficiones prácticas de su raza. Pero Febrer acabó por huir, antes de que la inglesa le dejase a su vez por algún director de orquesta que se asemejase más a su ídolo.

Todos levantaron al mismo tiempo la cabeza al escuchar en la calle un trompeteo horrísono. Era la orquesta de Lancia que al fin había llegado. El Faro dedicó casi todo su número del jueves a cantar ditirambos al duque de Tornos.

Lo que se había visto era tal cual corista que se quedaba allí, casada con uno del pueblo, o ejerciendo un oficio; un director de orquesta se había hecho vecino para dirigir una banda municipal...; pero tiples y tenores, nunca habían parado tantos meses: concluido el trigo, volaban.

El maestro de capilla, siempre insensible a los sucesos de la catedral, salía, sin embargo, a tomar noticias del estado de Su Eminencia. Tenía un proyecto, del que habló rápidamente a la familia durante la comida. Los funerales de un cardenal bien merecían que se ejecutase una misa célebre, con gran orquesta reclutada en Madrid.

En el restorán Babilonia, el doctor Chevirev era considerado como un viejo cliente, que casi formaba parte de la casa, y como un personaje importante, que ocupaba el primer lugar después del dueño del hotel. Conocía por sus nombres a todo el personal, así como a todos los miembros de la orquesta y a todos los cantores y cantatrices rusos y bohemios.

Butrón, en cuclillas, delante de su agujero, seguía con el alma en un hilo el discurso de su mujer, extendiendo las manos y llevando el compás como un director de orquesta que dirige una partitura, o como un magnetizador que desprende de con extraños pases el misterioso fluido. Quedó bastante satisfecho.

Velázquez observó cuidadosamente á cuantas mujeres bailaban esperando descubrir á Soledad; pero no logró nada. Calló, al fin, la orquesta. Por todo el ámbito del salón comenzó á hormiguear la muchedumbre con algazara. Los gritos de las máscaras dando bromas á sus conocidos levantaban horrible algarabía.