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El niño fué a tomar lugar en medio de la concurrencia, y con gran despejo y buena declamación, recitó el romance.... Todos aplaudieron al niño; el cura me preguntó: ¿Conoce Vd. ese romance, capitán? Francamente, no; pero me agrada por su fluidez, por su corrección, y por sus imágenes risueñas y deliciosas. Es del famoso Lope de Vega , capitán.

Después del café da un «higiénico» paseo por la Baixa, haciendo paradas pensativas, pero risueñas, en los escaparates de las confiterías, y ciertos días sube al Chiado, dobla la esquina de la calle Nova da Trinidade y regatea con placidez y firmeza una entrada para el Gimnasio.

Salíamos quince o veinte amigos, muchachos alegres todos, y de un galope llegábamos a las chacras de los Olivos y de otro a las barrancas de San Isidro. ¡Cómo hemos cambiado, Julio! ¡Qué fácil y qué llana era entonces la vida, qué gratos recuerdos me traen ese río azulado y tranquilo y esas barrancas siempre verdes y risueñas!

Situada entre los repliegues de una cordillera, en valle pintoresco y dilatado, circundada de risueñas colinas y de montes altísimos, Villaverde, como la isla de Calipso, goza de una constante primavera. No agotan calores estivales la mullida grama de sus dehesas, ni los vientos glaciales del Citlaltépetl marchitan la exuberante lozanía de sus florestas.

Los convidados se sentaron en medio de una agitación entre placentera y angustiosa, que se revelaba en sus caras risueñas y pálidas a la vez. Los criados, correctamente vestidos, ocupaban sus puestos como si se hallasen en el palacio de Requena.

Rechazó como debía aquella absurda especie del maniquí y explicó cumplidamente la significación que González tenía dentro del municipio y la posición que él mismo ocupaba. Pero lo hizo con tal exaltación y ademanes tan descompuestos que las damas le contemplaban sorprendidas y risueñas.

Simoun contó su dolorosa historia, cómo, trece años antes, de vuelta de Europa, lleno de esperanzas y risueñas ilusiones, venía para casarse con una joven que amaba, dispuesto á hacer el bien y á perdonar á todos los que le han hecho mal, con tal que le dejasen vivir en paz. No fué así. Mano misteriosa le arrojó en el torbellino de un motin urdido por sus enemigos; nombre, fortuna, amor, porvenir, libertad, todo lo perdió y solo se escapó de la muerte gracias al heroismo de un amigo. Entonces juró vengarse. Con las riquezas de su familia, enterradas en un bosque, escapóse, se fué al estrangero y se dedicó al comercio. Tomó parte en la guerra de Cuba, ayudando ya á un partido ya á otro, pero ganando siempre. Allí conoció al General, entonces comandante, cuya voluntad se captó primero por medio de adelantos de dinero y haciéndose su amigo despues gracias á crímenes cuyo secreto el joyero poseía.

Por otra parte, ¡aquellas dos jóvenes eran tan lindas, tan elegantes!... En su porte y en sus miradas había tanta gracia y tanta ingenuidad; estaban tan risueñas, y se cuidaban tan poco del porvenir, que hacíase imposible no pensar en el de ellas.

Pero aun moviendo el columpio con parsimonia, el aire consigue levantar, al poco tiempo, las enaguas de la antigua doncella. Los oficiales ríen y empujan el columpio para que se vea más. ¡Fuerte, fuerte, que algo se pesca! les grita Paco Gómez. Las muchachas, entre risueñas y avergonzadas, se tapan la cara y se abrazan unas a otras diciéndose palabritas al oído.

Imaginad por un momento un inmenso grupo ú archipiélago terrestre compuesto de jardines lucientes de verdura y abismos de concavidad insondable y aterradora; de alegres huertos y rocas desnudas, formidables y sombrías que los dominan; de lujosos plantíos entrecortados por habitaciones campestres de imponderable gracia, al pié de coronas y guirnaldas seculares de negros pinos y abetos, ciñendo los ásperos relieves y las concavidades abruptas de cerros que parecen gigantes evocados en una pesadilla; de ciudades risueñas, industriosas y activas, donde abundan los bellos monumentos del arte y de la ciencia, y rústicos y solitarios caseríos encuadrados ó perdidos en las profundidades de las selvas.