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Un millón, de los muchos que tenía, hubiera dado él por una victoria así. Ahora verían quién era más bruto. Guiñaba los ojos a todos, reía satisfecho, frotaba las manos. ¡Qué callada! ¡qué callada! Orgaz, solemnemente, buscó avena con h. No pareció. Será que la busca usted con b; búsquela usted con v de corazón. Nada, señor Ronzal, no parece.

La frase hizo fortuna y Glocester fue en adelante don Restituto Mourelo para toda Vetusta ilustrada. Allí estaba, oyendo con fingida complacencia los chistes picarescos del Arcipreste, cuya lengua temía, presente y ausente. Cuando don Cayetano volvía la espalda, pues hablaba girando con frecuencia sobre los talones, Glocester guiñaba un ojo al Deán y barrenaba con un dedo la frente.

Ahora a estarse quieto continuó Valls . Permaneceré aquí hasta que nos vayamos juntos a Palma. Ya me conoces... Yo lo todo; yo lo arreglo todo... ¿Eh? ¿me explico?... El chueta guiñaba un ojo y reía maliciosamente, seguro de su habilidad para adivinar los deseos de los amigos. ¡Famoso capitán!

Guiñaba los ojos y acompañaba este gesto con un ademán obsceno para indicar que eran algo más que «alegres» las tales cosas. A continuó me interesan las bromas que se permitían los antiguos; no hay una que se me escape. Venga usted, tío, y se divertirá un rato. Usted, como todos los que creen conocer la catedral, habrá pasado muchas veces junto a esas cosas sin verlas.

Contraía sus manos al decir esto y guiñaba un ojo, lo mismo que si empuñase un fusil imaginario. Sonreía como si le halagase la ferocidad de sus recuerdos. Maltrana, ante el gesto de delectación homicida del aragonés, pensaba asombrado que aquel hombre era bueno. Había embellecido con su mansedumbre silenciosa los últimos años de la pobre Isidra; era un padre bondadoso para el travieso Pepín.

Como Angelina.... Yo he sospechado... el buen viejo sonreía maliciosamente, guiñaba los ojuelos vivarachos yo me sospecho que no le pareces a Linilla un costal de paja.... ¡Vaya! ¡Y ella, bien que te agrada! Te alabo el gusto, ¡hijito! Trabaja, trabaja con fe, con mucha fe, y cásate. Si tus padres vivieran estarían muy contentos.... Las muchachas así, como Angelina, le gustaban mucho a tu mamá.

Hablaba en valenciano á los muchachos, regalándoles el fruto de su experiencia. Debían creerle á él, que había visto mucho. En la vida, paciencia para vengarse del enemigo; aguardar la pelota, y cuando viene bien, jugarla con fuerza. Y al dar estos consejos feroces guiñaba sus ojos, que en el fondo de las profundas órbitas parecían estrellas moribundas próximas á extinguirse.

El filósofo de la busca estaba sentado dentro del vehículo, con las barbas esparcidas sobre las rodillas, aguardando a su criado el Bobo, que recogía el estiércol de los pisos altos. Zaratustra se incorporó al reconocer a Maltrana. Reía maliciosamente, guiñaba sus ojillos al verle por primera vez después de su fuga con Feliciana, que tanto había dado que hablar a las gentes de las Carolinas.

Ahora desarrollaba la parte seria de su arenga, y el mismo comisionista parecía conmovido. Dice, señor continuó , que desea que Francia sea muy grande y que algún día marchemos juntos contra otros enemigos... ¡contra otros! Y guiñaba un ojo sonriendo maliciosamente, con la misma sonrisa de común inteligencia que despertaba en todos esta alusión al misterioso enemigo.

El buen hombre se contentaba con toser, guiñaba á su oficial y miraba hácia la calle, como para decirle: ¡Pueden espiarnos! ¡Por lo de la opereta! continuó el obrero. ¡Ohó! exclamó uno que tenía cara de simple; ¡ya lo decía yo! Por eso... ¡Hm! repuso un escribiente en tono de compasion; lo de los pasquines es cierto, Chichoy, ¡pero te daré su explicacion!