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Y cuando reparte golpes, son verdaderos palos de ciego que llueven irremisiblemente sobre los inocentes... Pero este dios, como todas las divinidades, tiene una iglesia que piensa por él y administra sus intereses: la iglesia de los grandes millonarios, directores del mundo.

Niños, alzad las inocentes palmas Y ardan en entusiasmo vuestras almas Honrando á la virtud, Que niños cual vosotros vuestros padres Descendieron del seno de sus madres Para destruir la dura esclavitud.

¡Usted nunca me habla de mismo! le decía Ana con tono de reconvención, una mañana de Agosto, en el parque, metiéndole una rosa de Alejandría, muy grande, muy olorosa, por la boca y por los ojos. Estaban solos. Tácitamente habían convenido en que aquellas expansiones de la amistad eran inocentes. Ellos eran dos ángeles puros que no tenían cuerpo.

Dos o tres de ellos se han entretenido en cazar a nuestras inocentes vecinas; pero con muy mala fortuna. Los revolucionarios tienen mala puntería. ¡Pobres palomas!... En efecto dijo Bringas , yo he sentido tiros esta mañana. Pocas han caído. A me han regalado tres, gordísimas... Le digo a usted que esos infelices son la mejor gente del mundo.

Estudiaba las lecciones con tal rapidez y facilidad, que le sobraba tiempo para sus juegos, siempre muy sosos é inocentes. No le hablaran á él de bajar á la calle para enredar con los chiquillos de la vecindad.

Y esta promiscuidad, bajo la misma manta, de viejos y jóvenes, de inocentes jayanes recién venidos de su tierra y veteranos de la vida errante, conocedores de todas las corrupciones, se efectuaba en medio de una forzada abstinencia de la carne, en un país donde por las condiciones del trabajo, los hombres son mucho más numerosos que las mujeres, y la continua afluencia de presidiarios licenciados traía consigo todas las criminales aberraciones de la virilidad aislada.

Si hubiera sabido que mis inocentes atenciones con su hija pudieran interpretarse tan malignamente, me hubiera guardado bien de prodigárselas... En adelante procuraré ser más cauto... Pero, ¡Dios mío! añadió riendo. ¿Cómo es posible figurarse que un hombre de mis años pueda mirar a una niña como Ventura, sino con ojos paternales? Allá en el fondo, sentíase halagado de aquella suposición.

Lo mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes; mas el cura no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos.

Todos los diarios del mundo hablaban del drama de Ouchy y decían que solamente la última carta de la Condesa d'Arda podía aclararlo, confundiendo a los acusados si no anunciaba el inminente suicidio, o salvando a dos inocentes si contenía la confesión de este propósito extremo.

Se deshacía, se derretía en amor divino, rompiendo muchas veces en exclamaciones de entusiasmo, en frases incoherentes, como si estuviera loca. Y con esto, su humildad y sumisión tan perfectas, que bastaba una mirada de su confesor para confundirla, para hacerle temblar y pedir perdón por los actos más inocentes.