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Si don Modesto dejaba caer una aceituna en el mantel, Rosita se estremecía; si una gota de vino tinto, lloraba. Su abstinencia y su sobriedad llegaban a los límites de lo posible, y daban a entender que quería rivalizar con Manuela Torres, la famosa mujer del pueblo de Gansar, que había muerto recientemente después de haber vivido cuarenta años sin comer ni beber.

Fuera de esto, observan rigurosísimos ayunos y abstinencia perpetua de ciertos animales y frutas, singularmente de la granadilla, que vulgarmente llamamos Flor de la Pasión, por estar retratados en ella los instrumentos de nuestra Redención. Ni se contentan los demonios de ser reverenciados de sus sacerdotes con ayunos y penitencias; antes bien, mandan hacer rigurosos ayunos á todo el pueblo.

Después compró guantes. ¿Cómo iba a salir sin guantes, cuando todo el mundo los llevaba? Sólo los pordioseros privaban a sus manos del honor de la cabritilla. Isidora hizo propósito de usarlos constantemente, con lo cual, y con la abstinencia de todo trabajo duro, se le afinarían las manos hasta rivalizar con la misma seda.

Las señoras trabajaban con sus propias manos en los preparativos, animadas de religioso celo. Elegidas las tripulaciones, que las formaron voluntarios, juraron tres cosas: obediencia ciega, abstinencia de licores y de todo lenguaje profano. El mal éxito que tuvo la primera expedición no logró desanimar á Mr.

Allí mismo espetaba su discursito, ungido de la doctrina moralizadora más ortodoxa, semejante a un fraile que, dominado de la gula y con todos los síntomas de su pasión a la vista, predicara la abstinencia, y se iba en busca del corredor favorito, a darle órdenes.

Podíasele haber llamado fonda de la abstinencia, según era la falta de todo lo necesario para deleitar o cautivar al pasajero. Presidió, sin duda, a su construcción cierta tristeza artística. De excesivas dimensiones para el campamento y destartalada no producía la más remota idea de confort. Tenía, además, una rústica condición: sentíase en ella la humedad del bosque y el olor del pino.

El progreso social, indiferente a la moral revelada que se propone el bienestar en el otro mundo por la abstinencia del bienestar en este mundo, es particularmente interesante a la moral humana, que se propone casi exactamente lo contrario, por cuya razón viene haciendo cesar progresivamente las iniquidades que aquélla había consentido o creado: la esclavitud, la servidumbre, los fueros, los diezmos y primicias, los privilegios hereditarios, el despotismo sacerdotal y el derecho divino, y levantando en su lugar el derecho y la justicia humanos que han obligado a los reyes a complementar la fórmula cristiana del poder: "por la gracia de Dios", con la fórmula racionalista: "por la voluntad del pueblo" y a las iglesias cristianas a ensanchar con un poco de ese "bienestar material", que el fundador consideraba incompatible con la "dicha celestial", el viejo programa de "bienestar espiritual", que es por lo menos igual en todas las religiones, desde que proviene de creerse, por la posesión de la verdad, en el camino de la salvación, mientras los demás están por la del error en la vía de la perdición, motivo de que todos los creyentes se sientan impulsados por la piedad a propagar sus propias creencias y a suprimir las ajenas, aunque sea matando, si pueden, a los que las profesan, pues lo propio de las religiones, dice Hubbard, es que "todos las consideran absurdas, salvo el que las cree"; seudo bienestar que por tantos siglos fue igualmente suficiente para cristianos, judíos y musulmanes, y que se torna insuficiente para los primeros en la medida en que el ejercicio creciente de la razón disminuye la credulidad y ensancha la sensatez humana.

Y como fin de tantas privaciones, de una abstinencia triste y dolorosa... la muerte inevitable. ¿Para qué habrá nacido el pobre ser...? A veces las grandezas de la tierra equivalen a una maldición. La razón de Estado es el más cruel de los tormentos para un enfermo: le obliga a sonreír, a fingir una salud que no tiene.

Sintió cómo resucitaba el pasado en su interior con una fuerza nueva que tal vez era la excitación de la abstinencia. Creyó ver la sonrisa irónica de Castro, y también se vió á mismo, con lástima y con asombro, viviendo como un solitario allá en Villa-Sirena y predicando la hostilidad á la mujer.

Los rábanos, berengenas, lechugas y otros manjares por el mismo órden con que se alimentaban los penitentes solitarios, eran poco adecuados para criar mantecas; y aunque algunos tenían un cuervo ú otro caritativo pajarraco que diariamente les llevaba un pan, tampoco medraban mucho, pues el pan seco, más que otra cosa, es mortificación y abstinencia.