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¿Y qué valía todo ello en comparación del festín homérico preparado en la sala de la rectoral? Media docena de tablas tendidas sobre otros tantos cestos, ayudaban a ensanchar la mesa cuotidiana; por encima dos limpios manteles de lamanisco sostenían grandes jarros rebosando tinto añejo; y haciéndoles frente, en una esquina del aposento, esperaban turno ventrudas ollas henchidas del mismo líquido.

Sentáronse a comer; en cabecera el demandador, diciendo: «La Iglesia en mejor lugar; siéntese, padre». Echó la bendición mi tío y, como estaba hecho a santiguar espaldas, parecían más amagos de azotes que de cruces. Y los demás nos sentamos sin orden. No quiero decir lo que comimos; sólo que eran todas cosas para beber. Sorbióse el corchete tres de puro tinto.

Los compañeros más abyectos eran buenos para él y más de una vez se le vio en los arrabales sentado ante un jarro de vino tinto, a la mesa de una taberna. Es muy difícil, en el siglo XIX, encanallarse con elegancia. Unicamente la corte de Luis XV intentó este esfuerzo con algún éxito.

¡Fue el señor quien me dijo que me divirtiese! ¡Tunante! exclamó el notario, ¿fui yo quien te aconsejó que te fueses a emborrachar fuera de las fortificaciones, con aguardiente y vino tinto? Cada uno se divierte como puede... He estado con mis camaradas.

Si yo me atreviese a traducirle solamente una página, quedaría usted maravillada de la verdad sencilla y familiar del relato; usted vería con qué alegría ingenua habla el poeta del vino tinto y de la carne suculenta: y con qué admiración, de las puertas bien cerradas y de las mesas bien acepilladas.

Es de advertir que en la provincia de Tayabas, las principalas asisten á la mayor parte de los actos oficiales, no faltando nunca á las elecciones. Más de un indio se traspuso ante los vapores del tinto; pero sin consecuencias. La borrachera del indio es sui generis, propia y peculiar suya. Generalmente no pierde el conocimiento, y rarísimas veces le da la juma por ser valiente y pendenciero.

Corrió el animal hacia su amo, el pequeñuelo alargó las manitas, y mientras el hombre sacaba de la cesta, y partía la dorada libreta, la muchacha, sin dejar de mirarle, apartó a un lado la ensalada, sacó la botella del tinto, la servilleta, las cucharas de palo, y sobre el hondo plato de loza blanca, con ribete azul, volcó el puchero de cocido amarillento y humeante.

Realmente acababan los bienaventurados músicos de agotar una redonda corambre, que en la Casa Consistorial les había brindado la munificencia del secretario. Por entonces aún ignoraban los electores campesinos ciertos refinamientos, y no sabían pedir del vino que hierve y hace espuma, como algunos años después, contentándose con buen tinto empecinado del Borde.

Autorizado competente uno de los testigos del ajuste, marcha á buscar al punto más inmediato dos azumbres de vino tinto para mojar el trato, es decir, para hechar la robla; y mientras vuelve, el comprador se sienta en el suelo, saca un pesado bulto del bolsillo interior de su chaqueta, y comienza á desliarle capa á capa, como si fuera una cebolla.

Este último es un cuadro de Teniers, con toque más vigoroso y más caliente entonación. Parece que sentimos el peso de la becerra sobre la mesa, y el del vino tinto en las cabezas de los comensales. ¡Y que diálogos los de Carpio y Gorio!